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martes, 1 de marzo de 2011

BIENVENIDOS AL PORTAL DE SOLUCIONES PARA PADRES


Colección Soluciones para padres


Criar bien a los hijos en la sociedad actual no es nada fácil; ¡pero tampoco es imposible! La colección Soluciones para padres revela secretos para cuidarlos y formarlos satisfactoriamente desde el momento en que nacen hasta que terminan la adolescencia. Estos libritos presentan montones de actividades entretenidas y enriquecedoras que favorecen el desenvolvimiento de diversas destrezas en los niños. ¡Ofrecen asimismo abundantes consejos de índole práctica y espiritual para aprender a alentar, inspirar, orientar y corregir a los hijos, disfrutar con ellos y ayudarlos a desarrollar todo su potencial!

¿De dónde sacar fuerzas?: Principios que ayudan a los padres a criar a los hijos con amor y a hacerlos partícipes de una fe que sea su áncora y que permita a unos y otros sortear las tempestades de la vida.
Disfruta de tu bebé está repleto de consejitos de todo tipo para que la mamá, el bebé y toda la familia inicien su nueva vida en común con alegría.
Preescolares enseña a encauzar la tremenda energía que tienen los niños de esa edad, a fin de aprovechar al máximo los primeros años, en que aprenden y se desarrollan con gran rapidez.
La formación de los niños: La labor de los padres tiene sus dificultades; pero si se hace con acierto, reporta recompensas tanto inmediatas como eternas. Cuando uno ayuda a su hijo a descubrir la senda del bien, ve iluminado su propio camino.
¡Urgente! Tengo un adolescente: La típica súplica: «¡Que el Cielo nos asista!» es hoy en día un deseo cumplido. En este librito se presentan mensajes recibidos directamente del Señor en respuesta a preguntas sobre la comunicación con los hijos adolescentes.
La colección Soluciones para padres desvela misterios y allana el terreno para entender a los chicos de cualquier edad. Todo el que tenga algo con ver con niños o jóvenes se alegrará de leerla.


La formación de los niños



Aprender a ser padres
Consejos para fomentar el buen comportamiento
Pautas de disciplina
Un firme fundamento
Guía de actividades para estudiar la palabra de Dios
Epílogo: La fuente de la fortaleza
Los autores

Colección Soluciones para padres


Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él
(Proverbios 22:6).

Aprender a ser padres
¿Qué significa ser padre o ser madre? Y ¿cómo se puede desempeñar apropiadamente dicha función? Uno se convierte en padre o madre en el momento en que tiene un hijo; pero ¿cómo y cuándo adquiere la capacidad para realizar dicha labor? Si bien se trata de una función vital en la sociedad, son muy contados los casos en que se le otorga la importancia debida o se incluye siquiera en el plan de estudios de la gente joven. Lamentablemente, son pocos los hogares en que se le da la importancia necesaria, pues en muchas familias ambos cónyuges se ven obligados a trabajar. En consecuencia, pasan poco tiempo con sus hijos. ¿Cómo van a aprender entonces a realizar su cometido los jóvenes que esperan con ilusión la llegada de un hijo? ¿Qué pueden hacer para saber cuál es la mejor forma de orientar a sus pequeños?
A pesar de que tantas pautas y valores tradicionales van cayendo en desuso en la acelerada sociedad de hoy en día, las claves más importantes para ser padres siguen siendo las mismas desde hace milenios:
- amar
- dar buen ejemplo
- disciplinar e instruir (con un patrón muy claro de lo que está bien y lo que está mal)
- aceptar a cada niño tal como es
- tener fe en que cada niño puede alcanzar todo su potencial como ser humano
- orar
- mucha ayuda de Dios
- más amor

De principio a fin, el ingrediente más importante es el AMOR. Aprender a realizar bien la labor de padres es un proceso que toma tiempo y entraña mucha comprensión, experiencia, diversión, lágrimas, oración, paciencia y grandes dosis de amor. Los niños tienen necesidad de saber que los queremos, que siempre los amaremos y que pueden contar con nuestro apoyo. Y también necesitan saber que Dios los ama y siempre está presto a perdonarles sus errores y pecados. Con ese cimiento de amor -confianza en el amor de Dios y en el de sus padres- nuestros hijos pueden adquirir la fortaleza necesaria para sobrellevar muchas dificultades que les surjan en la vida.
Aunque no se te quede grabado nada más al terminar de leer este librito, recuerda que la clave es el amor. El amor es lo único que nunca falla. Proviene directamente de Dios, porque Dios es amor. Aunque uno se considere una nulidad como padre, y por muy difícil que se le ponga la situación, no debe dejar de manifestar a sus hijos un amor incondicional y confiar en que Dios los sacará adelante (v. Versículos sobre la crianza y formación de los hijos en ¿De dónde sacar fuerzas?, publicado en esta misma colección).

Los elogios y el estímulo son muy beneficiosos
A veces los niños se portan mal porque quieren que se les preste atención. Así es como ponen a prueba el amor de sus padres. Y tienen que estar seguros de él porque se trata del principal medio por el que determinan su valía como personas. Dudar de nuestro amor puede llevarlos a dudar de su propia valía. Aun cuando un niño haya obrado mal y sea necesario corregirlo, conviene elogiarlo sinceramente por alguna otra cosa que haya hecho bien. «Sé que estás arrepentido y que quieres portarte mejor, y sé que puedes. ¡Creo en ti!» Necesita saber cuánto se lo quiere y se lo apoya.
Eso no significa, claro está, que debamos pasar por alto su mal comportamiento. Por ser sus padres, seguimos teniendo el deber de meterlo en vereda. Eso es también una manifestación del amor y la seguridad que pide. Pero si nos sentimos decepcionados porque vemos que en algunos aspectos no anda bien o nos damos cuenta que lo corregimos más de lo que lo elogiamos, es hora de replantearse las cosas. En vez de poner de manifiesto nuestra decepción o impaciencia (o peor aún, humillar al niño), debemos pedir a Jesús que nos indique en qué aspectos se desempeña bien y elogiarlo por ellos. El efecto positivo de hacer esto es sorprendente. Todos los niños tienen sus puntos fuertes. Siempre hay algo de bueno que elogiar y apreciar. Por ejemplo, si un hijo ha sacado una mala nota en el colegio, igual se puede dar con algo por lo cual elogiarlo; quizás su buena letra o su actitud alegre y lo servicial que sea en casa.
Los elogios deben ser sinceros. Los niños suelen ser muy sinceros y se dan cuenta cuando los demás no lo son. Sobre todo los más mayorcitos, se sienten tratados de forma paternalista cuando se les prodigan elogios frívolos y fingidos. Es importante que el niño pueda entender fácilmente nuestros elogios. Por ejemplo, si una hija de doce años nos parece muy bonita, pero ella cree que en comparación con otras de su edad no lo es, podría pensar que no somos sinceros o que la estamos adulando al decirle que lo es. Sería preferible ponderarla haciendo referencia a algo más específico que sea particularmente notorio. Quizá no sea lo que se suele considerar una belleza despampanante, pero tal vez tenga unos ojos muy bellos. Puede que tenga el cabello largo y abundante. O quizás una sonrisa impactante. Al ser específicos desviamos su atención de otros rasgos físicos que tal vez considere defectos o imperfecciones, y la inducimos a pensar en las estupendas características que sin duda tiene. Otra posibilidad es elogiarla por alguna otra aptitud en la que destaque, por ejemplo su elocuencia, sus buenas notas o su carácter afable y amoroso, que según la Biblia es lo que hace a la verdadera belleza. «El incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios»1.
Naturalmente todos queremos a nuestros hijos, pero es de suma importancia que lo sepan. Necesitan que se lo digamos y demostremos. No hay que escatimar elogios.

Por experiencia sé que a los niños que se sienten admirados y apreciados por sus padres les resulta fácil mostrar aprecio a los demás. A mí me parece que esta es una de las enseñanzas más importantes que podemos impartir a nuestros hijos: manifestar en todo momento una sentida gratitud. No solo porque las personas agradecidas hacen felices a los demás, sino porque también se hacen felices a sí mismas.
Yo diría que ese es uno de los motivos por los que en la Biblia se nos recomienda innumerables veces que seamos agradecidos, alabemos a Dios y reconozcamos los beneficios que nos otorga. Él sabe que cuando aprendemos a manifestar gratitud, aprendemos también a pensar más en nuestras experiencias positivas que en las negativas.
Amy Vanderbilt

De niño, Sir Walter Scott estaba conceptuado como un alumno de mediocre para abajo, y en muchos casos lo mandaban a un rincón con ignominiosas orejas de burro. Cuando tenía unos doce o catorce años, un día coincidió en una casa con el poeta escocés Robert Burns y otros invitados. Burns se hallaba admirando un cuadro debajo del cual figuraban un par de versos de una poesía. Preguntó quién era el autor, pero nadie lo sabía. Tímidamente, un chiquillo se acercó a su lado, nombró al autor y recitó el resto del poema. Burns se mostró gratamente sorprendido. Apoyando la mano sobre la cabeza del muchacho, le dijo: «Mocito, algún día serás célebre en Escocia». Aquel día la vida de Walter Scott dio un giro. Una palabra de aliento lo había encaminado hacia la grandeza literaria.
Anónimo

Un chico de diez años que trabajaba en una fábrica de Nápoles soñaba con ser cantante; pero su primer maestro lo desanimó. «No has nacido para cantar -le dijo-. No tienes buena voz. Suenas peor que una rana».
De todos modos su madre, una campesina humilde, lo consoló y le dijo que estaba segura de que podía cantar bien y de que estaba haciendo progresos. Andaba descalza para ahorrar dinero y pagarle las clases de música. El ánimo de aquella campesina transformó la vida de su hijo. Se llamaba Enrico Caruso, y llegó a ser uno de los más célebres tenores de su época.
Dale Carnegie
La mejor inversión: dedicarles tiempo
La mejor herencia que un padre o una madre pueden dejar a sus hijos es dedicarles unos minutos cada día.
Orlando Battista
Los hijos nunca olvidan los momentos que pasan con sus progenitores. ¿Acaso no son esos los recuerdos de la niñez que evocamos con más cariño, cuando nuestros padres nos manifestaban amor dedicándonos tiempo y atención?
Los niños aprenden y maduran gracias al amor, la atención, el desvelo y la consideración, y si no se les dan esos elementos -o si les parece que no se les dan-, al igual que todos nosotros, se consideran desdeñados y poco importantes, y al cabo de un tiempo se sienten rechazados. No siempre es necesario pasar mucho tiempo con un niño para que comprenda que se lo quiere y aprecia, pero sí es imprescindible pasar algo de tiempo con él. Y que ese tiempo sea provechoso es tan importante como dedicarle suficiente tiempo.
Lo mejor que podemos invertir en nuestros hijos es tiempo. Y ese es también el mejor regalo que les podemos hacer. Ninguna otra cosa tendrá un efecto tan duradero en su vida. Alguien dijo sabiamente: «Nuestros hijos necesitan más nuestra presencia que nuestros presentes». Juega con ellos, lee con ellos, abrázalos, anímalos, disfruta de ellos. Sal a pasear con ellos y simplemente pasa tiempo con ellos charlando. Hazles preguntas y escucha sus respuestas. Presta atención a lo que dicen.
La mayoría de los padres tienen tanto que hacer que nunca dan abasto. Cuando surgen imprevistos, el tiempo que se pasa con los hijos queda relegado al último lugar. Solemos razonar que ya tendremos tiempo mañana. Pero nuestros hijos nos necesitan hoy.

¡Se ha perdido un muchacho! No lo han secuestrado, no piden recompensa por él mientras la nación entera se embarca en una búsqueda frenética. No. Lo perdió su padre, que estaba muy ocupado para atender a sus preguntas triviales o percatarse de su presencia. En esos años en que el padre es el héroe más querido de un niño, su padre se desentendió. La madre también lo perdió. Enfrascada en su vida profesional y sus actividades sociales, dejó que la niñera escuchara las oraciones del pequeño y le cedió a ella la influencia que habría debido ejercer en él.
Tómate tiempo para apreciar a tus hijos. Es una inversión muy provechosa.
Anónimo

Conviene que determines cuánto tiempo a la semana debes pasar con cada hijo y que busques espacios para ello. Considera que esos ratos son compromisos ineludibles y tienen prioridad sobre todo lo demás. Si surge una emergencia, puede que sea necesario que reprogrames el tiempo que vas a pasar con ellos, pero no lo canceles del todo. Si ves que postergas con frecuencia el tiempo que deberías dedicarles, es necesario que reevalúes tu escala de prioridades y tu plan y que elabores uno que dé resultado.

Un joven abogado que gozaba de éxito profesional dijo: «El mejor regalo que me han hecho en la vida vino en un paquete muy pequeño que pesaba menos que una pluma. Dentro de la caja había una nota que decía: “Hijo, este año te obsequiaré 365 horas. Todos los días después de cenar te dedicaré una hora. Hablaremos de lo que tú quieras, iremos a donde tú quieras y jugaremos a lo que tú quieras. Será tú hora”. Mi padre no sólo cumplió esa promesa, sino que la renovó todos los años. Fue el regalo más valioso que me han hecho jamás. Yo soy el fruto del tiempo que pasó conmigo».
Citado en Moody Monthly

Cuando un niño mayor atraviesa conflictos necesita aún más que se le dedique tiempo, y se hace preciso escucharlo con más atención. No hay que apresurarse a ofrecerle soluciones o consejos, y no conviene sermonearlo, sino escuchar todo lo que quiera decir antes de responderle nada. De ser posible, hay que ayudarlo a arribar por su cuenta a la conclusión acertada. Luego, hay que tomarse el tiempo para orar y escuchar la apacible voz de Dios en el corazón y la mente. Él siempre está presto a responder nuestros interrogantes, y da unas soluciones sorprendentes. (V. los apartados El mejor amigo de los padres y Ratos para escuchar a Jesús del libro Preescolares, de la misma colección. También Escucha palabras del Cielo, de la colección Actívate.)
Además del tiempo que se pasa con los hijos, hay que tomarse tiempo para orar por ellos. Esa es otra de esas cosas para las que no se encuentra tiempo si no se la considera prioritaria. Hay que hacerse el tiempo. Orar por los hijos es una excelente manera de llegar a comprenderlos mejor. Dios puede revelarnos cosas acerca de ellos que no podríamos descubrir de ningún otro modo. Además, nos permitirá saber cuánto los ama, y ello nos motivará a amarlos aún más. Nos llenará de Su amor, el cual nos capacitará tanto a ellos como a nosotros para salir adelante en toda situación.
Muchos padres con hijos ya crecidos dicen que una de las cosas que más les pesan es no haber pasado más tiempo con ellos cuando eran pequeños. Ello conlleva ciertos sacrificios, y al principio puede parecer que no se está aprovechando el tiempo de la mejor manera; pero vale la pena perseverar. Cada momento que se dedica a los hijos es una inversión a futuro. Las recompensas perdurarán por la eternidad.
Para los hijos es fundamental saber que pueden contar con nosotros, aun cuando nos parezca que no estamos haciendo gran cosa por ellos ni logrando nada de mucha importancia.
Hacia la independencia por el camino de la dependencia
Uno de los mitos más extendidos de la educación moderna es que darle a un niño todo lo que quiere y dejarle obrar a su antojo lo hace feliz, y a la larga le enseña a tomar buenas decisiones. Según los defensores de esta doctrina, el niño al que se consiente de tal forma se convertirá en un adulto feliz, productivo, de espíritu libre e independiente.
En realidad es al contrario. Los niños necesitan límites. Es preciso definirles claramente el comportamiento que se les exige. Es menester impartirles principios morales que diferencien entre el bien y el mal. Un niño consentido y caprichoso se convierte en un adulto exigente y malcriado.
Si bien es cierto que se debe dar a los niños la libertad de elegir lo que quieren en muchas esferas, también se les debe enseñar a responsabilizarse de sus decisiones. Cuando los padres son capaces de combinar la libertad y las restricciones de forma equilibrada, los hijos aprenden a escoger bien. Aprenden a ser independientes por el camino de la dependencia guiada.
Se hace de la siguiente manera: En primer lugar, hay que enseñar al niño ciertos principios fundamentales de obediencia, la diferencia entre el bien y el mal y que sus decisiones afectan a los demás y pueden tener buenas o malas consecuencias. Luego, poco a poco, a medida que demuestra que es capaz de asumir responsabilidad en cuestiones de poca monta, se le puede dar más independencia y permitir que tome decisiones más importantes, observando en todo momento cómo va madurando, y ayudándolo a entender y aceptar las repercusiones de lo que decida. Así, adquiere la independencia que quiere y necesita, pero no sin antes haber aprendido a hacer uso de ella con buen criterio.
Una vez que los hijos demuestran que son responsables, tenemos que manifestar fe en ellos evitando supervisarlos muy estrechamente o repetirles a cada rato las instrucciones, o retomar las riendas cuando nos parece que deberían haber actuado de otra manera.
Una transición gradual y asistida de la dependencia a la independencia da como resultado un adulto más equilibrado y competente, que ni depende excesivamente de los demás ni es tan independiente que no pueda relacionarse y llevarse bien con sus semejantes. Si desde temprana edad se le enseña a ser responsable y se lo ayuda con amor a atenerse a las consecuencias de sus actos, madurará rápidamente y adquirirá un cimiento firme que le permitirá hacer frente a las turbulencias típicas de la adolescencia y a toda una vida de decisiones, algunas de las cuales no son nada fáciles de tomar acertadamente.
Cuando pensabas que no te miraba
Cuando pensabas que no te miraba
colocaste mi primera pintura en la puerta del frigorífico, y me entraron ganas de hacer otra.
Cuando pensabas que no te miraba
diste de comer a un gato abandonado, y entendí que hay que tratar bien a los animales.
Cuando pensabas que no te miraba
preparaste un pastel de cumpleaños para mí, y me di cuenta de que los detalles así pueden significar mucho.
Cuando pensabas que no te miraba
hiciste una oración, y supe que hay un Dios con el que siempre puedo hablar.
Cuando pensabas que no te miraba
me diste un beso de buenas noches, y me sentí amada.
Cuando pensabas que no te miraba
vi lágrimas en tus ojos, y aprendí que a veces hay cosas que duelen, pero que llorar no es malo.
Cuando pensabas que no te miraba
observé tus desvelos por mí, y decidí llegar lo más lejos posible en esta vida.
Cuando pensabas que no te miraba
miré… y quise darte las gracias por todo lo que había visto cuando pensabas que no te miraba.
Mary Rita Shilke Korazan

Cómo criar hijos buenos en un mundo malo
El mundo actual abunda en mensajes confusos e imágenes perturbadoras para el niño. A medida que los hijos crecen uno puede llegar a preguntarse cómo puede enseñarles a ser amorosos, obedientes, respetuosos y positivos cuando viven inmersos en un mundo que es todo lo contrario. Las películas, la televisión, los videos, los juegos de computador, la publicidad, la música, la Internet y las malas compañias contribuyen a extender el desbarajuste moral que afecta tan negativamente a los pequeños. Muchas de las influencias a las que se ven sometidos no solo no les enseñan valores acordes con los preceptos divinos, sino que fomentan en ellos actitudes y patrones de conducta erróneos.
No es de extrañar que los noticieros den cada vez más cuenta de casos de menores que han cometido delitos horripilantes, en muchos casos sin el menor remordimiento. Paralelamente, cada vez se culpa más -y en algunos casos se hace legalmente responsables- a los padres de las fechorías de sus hijos. Paradójicamente, aunque se responsabiliza más a los padres, al mismo tiempo se les socavan los derechos y potestades tradicionales para corregir a sus hijos y ejercer autoridad sobre ellos. Después del trágico incidente ocurrido en un colegio secundario de Littleton (Colorado, EE.UU.) en abril de 1999, en el que dos alumnos mataron a tiros a doce compañeros y una profesora y luego se suicidaron, el columnista Don Feder escribió:

A excepción de la Asociación Nacional de Tiro, ninguna otra institución ha sido más objeto de críticas que la familia a raíz de la matanza de Littleton. «¿Dónde estaban los padres?», claman muchos a voz en grito. Los consejos liberales sobre la educación de los hijos constituyen una mezcolanza de contradicciones: Vigile a su hijo, pero no se meta en su vida privada. Críelo de forma que se conduzca decentemente y respete los derechos ajenos, pero no lo discipline. Mientras nos sermonea sobre nuestras obligaciones, la élite ha creado una cloaca cultural en la que los jóvenes tienen que mantenerse a flote como puedan, si es que pueden. […] Cuando la preocupación de los padres los lleva a tratar de proteger a sus hijos de los aspectos más insidiosos de la juventud, se los tilda de censores y autoritarios, y se les dice que sus métodos represivos suscitarán una reacción por parte de los jóvenes. […] Los padres tienen la batalla perdida. Se les pide lo imposible: que encaucen a sus hijos sin disciplinarlos, que ejerzan vigilancia y control sin pisotear los derechos de un hijo de 12 años, todo ello en el contexto de una cultura que socava la autoridad paterna y seduce a los hijos apelando a sus más bajos instintos1.

¿Qué pueden hacer los padres para conducir a sus hijos a un terreno moral seguro? La Biblia nos da muchas pautas al respecto. Dios promete que si inculcamos a nuestros hijos valores cristianos desde que son pequeños, cuando crezcan y se hagan cargo de su vida continuarán por la buena senda. ¿Por dónde se comienza? Enséñales a amar a Dios y al prójimo para que aprendan a tomar decisiones acertadas y se conviertan en hijos que te enorgullezcan.

Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él2.

La Biblia dice también que el niño al que no se corrige ni instruye termina por avergonzar a sus padres3. Dios ha encomendado a los padres el deber de participar activamente en el proceso de aprendizaje de sus hijos y de corregirlos sobre la marcha. A veces no sabemos bien cómo corregir e instruir a nuestros hijos. Si ese es tu caso, sigue leyendo.

Consejos para fomentar el buen comportamiento
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Los niños necesitan -y aprecian- un patrón de conducta claramente definido. En muchos casos, el mal comportamiento es uno de los medios de que se vale el niño para exigir que se le indique el camino. A continuación reproducimos algunos métodos básicos de probada eficacia:
1. Establecer límites bien definidos
Hay que dejar claramente sentado lo que se les permite hacer a los niños en casa y fijar castigos razonables por incumplir esas pautas.
Aunque no se pueda intervenir mucho en lo que sucede fuera de casa, se pueden fijar normas de comportamiento aceptables dentro del hogar.
2. Crear una comunicación franca y sincera con los hijos
Cuando existe una comunicación abierta entre padres e hijos hay más posibilidades de saber lo que hacen cuando están fuera. Lo ideal es que se sientan con confianza para contar cualquier cosa. Aunque no siempre se esté de acuerdo con ellos ni se les permita hacer todo lo que quieran, deberían confiar con toda tranquilidad en los padres.
El secreto para establecer esa comunicación es aprender a escuchar. Uno de los mejores regalos que se pueden hacer a los hijos es demostrar un sincero interés en lo que les sucede, prestándoles toda la atención siempre que haga falta. Al escucharlos concentradamente les estamos diciendo que queremos entenderlos y ayudarlos, que consideramos que vale la pena escucharlos, que queremos que sepan que tenemos fe en ellos y que siempre pueden contarnos sus cosas porque los amamos.
Hazles preguntas. Eso no sólo da resultado con los niños, sino con cualquiera. Al hacerles preguntas los ayudas a abrirse y les demuestras que te interesas y preocupas por ellos. Hay que motivarlos a hablar, y cuando ellos hacen preguntas, hay que tener cuidado para no filosofar demasiado ni pontificar, ni aparentar ser algo que no se es. No pierdas la sencillez. Trátalos con amor y comprensión. Y evita darles consejos que tú no aplicarías. Conviene aprender a dar los consejos y respuestas de la forma que les resulte más fácil aceptarlos.
Naturalmente, antes de animar a un hijo a contarlo todo, conviene estar preparado para escucharlo sin arribar precipitadamente a conclusiones ni ponerse frenético. De otro modo probablemente se arrepentirá de haberse sincerado. Aunque el asunto amerite una amonestación o un castigo, no es conveniente aplicárselo en el momento, sino tomarse un tiempo para pensarlo. (Al fin y al cabo, de no haberlo contado, no estaría llevándose un sermón o un correctivo en ese momento.) Se le puede decir que nos tomaremos un rato para pensarlo y orar al respecto, pero no hay que dejar de elogiarlo por sincerarse. Conviene abordar la cuestión como un problema que hay que resolver juntos, o del cual pueden extraer enseñanzas los dos. Sea lo que sea, será más fácil superarlo -y más llevadero para los dos- si se logra preservar el vínculo de confianza.
Si queremos que los hijos se sinceren con nosotros, también debemos sincerarnos nosotros con ellos. A los niños les alivia mucho ver que sus padres no son perfectos. (Además, ¡con toda seguridad ya se habían dado cuenta!) Al reconocer con franqueza nuestros errores y debilidades, les damos ejemplo de humildad y franqueza, y eso no hará más que incrementar su amor por nosotros.
3. Buscar un término medio entre lo permitido y lo prohibido
Ayuda mucho pedir a Dios que nos ilumine para determinar qué actividades son inocuas, cuáles hay que vigilar y limitar, y cuáles es necesario prohibir.
Es menester buscar un término medio en cuanto a lo que se les permite hacer a los hijos, sobre todo cuando están fuera de casa. Es posible que no se consiga nada prohibiéndole totalmente cierta actividad a un niño mayor o un adolescente; eso podría motivarlo a rebelarse y hacerla a hurtadillas. Tal vez sea más conveniente acordar unos límites razonables con él y hacerlos valer.
4. No escandalizarse demasiado por las apariencias
No hay que asustarse de un comportamiento que, aunque se salga de la norma, no sea necesariamente malo o perjudicial. Si nos mostramos tolerantes con cosas que quizás no sean de nuestro gusto pero en esencia sean inocuas, es muy probable que los hijos nos obedezcan cuando nos plantemos firmes con otras que estén mal.
Aunque no nos guste la forma en que se viste nuestra hija de doce años, para ella esa no es la cuestión de fondo. Lo importante para ella es contar con la aceptación de los de su edad. Viene bien pedirle a Dios que nos ayude a ver más allá de las apariencias y nos dé paciencia y autocontrol para dejar pasar asuntos de relativamente poca monta.
5. Permitir cierto grado de experimentación
No toda la experimentación es mala; cumple una función importante en el proceso de maduración. No conviene tomárselo a la tremenda cuando los hijos mayores dicen o hacen cosas que nos parezcan impensables. Muchas veces se empeñan en escandalizar por puro gusto, para tomar el pelo. Si les demostramos que somos capaces de reaccionar sin alarmarnos, muchas cuestiones se resolverán por sí solas.
6. Hacerles saber a los hijos que uno los ama incondicionalmente
Un niño cuya necesidad de amor y atención está satisfecha en casa suele comportarse mucho mejor. Es preciso garantizar a los hijos que se los seguirá queriendo hagan lo que hagan y que siempre pueden contar con nosotros. Parte de ese cariño consiste en no dejarles hacer cosas que sabemos que son perjudiciales, pero dándoles al mismo tiempo la seguridad de que nunca dejaremos de quererlos. Cuando nos ponen a prueba y descubren que nuestro amor por ellos no mengua aunque nos contraríen, se sienten más seguros. Así es más probable que la próxima vez se planten firmes ante las presiones sociales negativas y tomen buenas decisiones.
7. Aceptar a las amistades de los hijos
Si te ganas el respeto y la amistad de los amigos de tus hijos, es posible que se aficionen a juntarse en tu casa. Tal vez se incrementen el nivel de ruido y el gasto en alimentación, pero al menos tendrás paz sabiendo dónde están tus hijos y en qué andan. Si en general aceptas a sus amigos, cuando tengas que poner límites a su relación con alguno que tenga mala influencia en ellos, se mostrarán más dispuestos a acceder a tus deseos.
8. Minimizar las influencias malsanas
Mientras tus hijos sean pequeños y seas tú quien tiene en la mano el control remoto, escoge para ellos películas, programas de TV, música y juegos de computadora que sean sanos. Es posible que más tarde se rebelen o se sientan atraídos por otros menos sanos, pero al menos les habrás dado un buen cimiento.
Se debe hablar de esas actividades recreativas con los hijos mayores y, en tanto que sea posible, tomar decisiones conjuntas. Si entienden y respetan los motivos por los que se les prohíben ciertas cosas, es más probable que los respeten cuando no estemos presentes. Lógicamente, es importante proporcionarles actividades alternativas que sean entretenidas y a la vez edificantes.
9. Enseñarles a tener convicciones firmes
Para plantarse firmes ante las influencias negativas y las presiones sociales, los hijos tienen que saber explicar y defender lo que creen, lo que consideran correcto o aceptable y por qué lo es. Aunque no siempre coincidan en todo con nosotros, si entienden nuestra postura con relación a ciertos asuntos y ven que tenemos convicciones, tenderán más a ir contra la corriente de la presión social negativa. Además les ayudará a explicar nuestras creencias a sus amigos.
Es de esperar que los hijos no siempre obren con acierto en las situaciones difíciles, pero se los debe elogiar cuando muestren la convicción para hacerlo. Hay que hacerles saber que se entiende lo difícil que resulta y se está orgulloso de ellos.
10. Enseñarles a ser considerados
A todo el mundo le agradan los niños educados y considerados. Pero muchos no se dan cuenta de la cantidad de tiempo que tienen que invertir sus padres para que sean así. El ejemplo de amabilidad y consideración que se les dé es muy importante. La forma en que tratamos a los demás, sobre todo a los hijos, influye mucho en la forma en que ellos tratan a terceros. Conviene que analices cómo te diriges a ellos. Pregúntate: «¿Cómo me sentiría si alguien me tratara o se dirigiera a mí de la forma en que yo lo estoy haciendo con mi hijo en este momento? ¿Tengo en cuenta la forma en que me dirijo a otros delante de él o donde pueda escucharme? ¿Me río de él o hago chistes acerca de él que podrían humillarlo?»
Los niños suelen discutir mucho entre ellos. Se contradicen, ridiculizan y critican unos a otros. A veces discuten por discutir o tratan de demostrar su superioridad humillándose mutuamente. Es importante enseñarles que no está bien considerarse superiores a los demás.
Es frecuente que los niños mayores menosprecien a sus hermanos más pequeños. A veces necesitan ayuda para darse cuenta de cómo hacen que se sientan los demás con lo que dicen. Hay que enseñarles qué clase de comentarios lastiman o humillan. Hay que preguntarles cómo se sentirían ellos si se volviera la tortilla y fueran objeto del mismo tratamiento, o ponerles un ejemplo para hacérserlo entender. Explícales: «Tu hermano pequeño ya piensa que no es tan bueno como tú y que tú sabes más que él. Es verdad que tú sabes más y puedes hacer las cosas mejor. Por eso, tienes que enseñarle y animarlo a mejorar y superarse». Un niño mayor no debe remedar los errores de sus hermanos menores, ya que puede avergonzarlos o agravar el problema en vez de corregirlo.
Si no se los instruye y corrige, los niños pueden ser muy hirientes con personas que tienen impedimentos físicos notorios, sobre todo otros niños. Es muy importante que aprendan desde pequeños qué cosas no hay que decir y en qué casos es preferible hacer caso omiso del defecto.
Hay que enseñar a los hijos a tratar a los demás como les gustaría que los trataran a ellos si padecieran el mismo problema o se vieran en la misma situación embarazosa. En general, cuando un niño se da cuenta de que sus actos duellen a los demás, tiene más cuidado con lo que dice y hace y los trata con más consideración.

Cuando no se sabe qué hacer…
Cuando un niño exhibe una conducta gravemente errónea, por lo general hay una causa subyacente. Tal vez se siente inseguro y por eso obra mal para llamarnos la atención y conseguir que le reafirmemos nuestro cariño. Puede que esté molesto por algo que le pasó en el colegio. Quizás está poniendo a prueba los límites que hemos fijado para ver si vamos a exigir que los respete. Tal vez sea hora de cambiar algunas reglas a fin de darle más espacio para madurar. En todo caso, es importante averiguar por qué se porta mal y cómo podemos ayudarlo a encarrilarse. La mayoría de los malos hábitos no se corrigen por sí solos, y no es muy común que un niño sea capaz de hacerles frente por su cuenta. En muchos casos ni él mismo sabe lo que le pasa. Necesita el amor y orientación de sus padres.
Es deber nuestro darle la formación que necesita. Nuestra labor abarca mucho más que consolarlo cuando se cae y encargarnos de que esté bien alimentado y se lave los dientes. Tenemos la obligación de impartirle también formación espiritual. La piedra angular de dicha labor es una disciplina impartida con amor y constancia, gracias a la cual aprenda a tener temor de Dios y respeto por Su Palabra y Sus instrucciones y a amar al prójimo.
La mejor forma -en realidad la única- de saber lo que necesita un niño y cómo ayudarlo es preguntárselo al Señor. La clave para realizar bien nuestra labor, aparte de estar llenos del amor de Dios, es aprender a pedirle las soluciones a nuestros problemas. Jesús siempre conoce el remedio idóneo. El hecho de contar con Su asistencia alivia enormemente nuestra carga. Sabemos que siempre podemos acudir a Él en oración y que nos dará la orientación que necesitemos.
Si un hijo tuyo está pasando por una etapa difícil desde hace semanas, meses o incluso años y estás empezando a perder la paciencia -o incluso si ya la perdiste al cabo de dos minutos-, puedes pedirle ayuda a Jesús. Comparte con Él tu carga; Él tiene mucha paciencia. Y como es muy paciente con nuestras faltas y errores, nos ayuda a tener paciencia con los de nuestros hijos. Cuando estamos a punto de perder los estribos, podemos pedirle paciencia y amor. Si recurrimos a Él, Su Espíritu nos serenará, nos dará soluciones y nos ayudará a capear todo temporal de dificultades que surja. Puede llenar nuestro corazón y nuestros pensamientos de Su amor, y así ayudarnos a tener una paciencia que supere nuestra capacidad natural.
Lo que aprende un niño
Si un niño convive con las críticas
aprende a condenar.
Si convive con la hostilidad
aprende a pelear.
Si convive con el escarnio
aprende a ser tímido.
Si convive con la vergüenza
aprende a sentirse culpable.
Si convive con la tolerancia
aprende a tener paciencia.
Si convive con el estímulo
aprende a tener confianza.
Si convive con el elogio
aprende a apreciar.
Si convive con la equidad
aprende el concepto de justicia.
Si convive con la aprobación
aprende a tener autoestima.
Si convive con la aceptación y la amistad
aprende a encontrar amor en el mundo.
Dorothy Law Nolte
Pautas de disciplina
Disciplina significa: «Instrucción de una persona, especialmente en lo moral»1. En otras palabras, es la formación con la que se procura modelar el carácter o la conducta. A la luz de esto, la mejor disciplina es la que ayuda al niño a aprender y evita que caiga otra vez en los mismos errores. Esto no implica severos castigos corporales. Hay muchas formas de corregir a un niño sin maltratarlo ni hacerle daño. Se le pueden asignar más tareas, prohibirle que salga, castigarlo privándolo de ciertas actividades o exigirle que haga algo para remediar el perjuicio causado por su mala acción. La disciplina aplicada con amor y buen criterio le transmite al niño un mensaje sin hacerle daño, ni física ni emocionalmente.
Con todo, en el momento de administrarse, la disciplina es difícil, tanto para el niño como para sus padres. Exige convicción por parte de estos; pero si se administra con buen tino, a la larga tanto padres como hijos son más felices y se benefician de una relación más estable y gratificante2. Conviene reducir al mínimo las situaciones que ameriten una medida disciplinaria haciendo que les resulte lo más fácil posible a los niños cumplir las reglas.
Dice la Biblia que la necedad está ligada en el corazón del muchacho; pero cuando lo corregimos lo ayudamos a adquirir autocontrol y a evitar caer en otras actividades imprudentes que podrían ser aún más graves o peligrosas3.
Para disciplinar eficazmente a un niño, tenemos que estar firmemente convencidos nosotros mismos de lo que está bien. La Palabra de Dios es un patrón confiable por el que nos podemos guiar. Ha soportado la prueba del tiempo con mejores resultados que las opiniones de presuntos expertos de la actualidad y que los criterios personales de muchos. El nivel de obediencia que exijamos a nuestros hijos debe ser un patrón que nosotros mismos respetemos, una meta que nos esforcemos por alcanzar y nos conduzca a una vida más feliz, fructífera y armoniosa. (Para familiarizarse con lo que dicen las Escrituras sobre el particular, se puede leer el apartado Versículos sobre la crianza y formación de los hijos del libro ¿De dónde sacar fuerzas?, de esta misma colección.)
A continuación damos unas pautas generales que conviene tener en cuenta al disciplinar a los niños.
1. No saques conclusiones precipitadas
«Es muy tonto y vergonzoso responder antes de escuchar»1. Cuando surge un problema, es importante escuchar las versiones de todos los afectados antes de aplicar un correctivo o castigo. Siempre hay como mínimo dos versiones, y no todo es siempre como parece a simple vista. El hecho de que nos molestemos en escuchar a nuestros hijos, además de ayudarnos a averiguar lo que pasó, aumenta el respeto que nos tienen y nos ayuda a tomarnos las cosas con calma y orar para ver la situación con los ojos del Señor.
2. La disciplina debe ser proporcional a la falta y
a la edad del niño
Las reglas muy permisivas casi nunca se obedecen, y las que se pasan de estrictas casi nunca se aplican. No se deben imponer reglas tan estrictas que los hijos no las puedan cumplir. En ese caso, es probable que se vuelvan rebeldes y las rechacen por completo.
Tampoco es justo exigirle lo mismo a un niño pequeño que a uno mayor. Por ejemplo, si instituyes una regla según la cual a la hora de cenar hay que quedarse sentado en silencio hasta que todos hayan terminado, sería ilógico esperar que Tomás, de dos años, la cumpla al pie de la letra en la misma medida que María, que tiene 10. O si María se porta mal en público contigo, es probable que te respete más y que acepte mejor la corrección si esperas a hablar con ella en privado. En cambio, en el caso de Tomás, si esperas a llegar a casa probablemente habrá olvidado el asunto, no entenderá por qué lo castigas y pensará que es una injusticia.
Otro ejemplo: Un gráfico fijado a la pared con estrellas para premiar el buen comportamiento y caritas tristes para reprobar el malo daría buen resultado con Tomás. Un niño más pequeño no lo entendería, y a María le parecería muy infantil.
3. Establece reglas y castigos
Hay que establecer reglas y los correspondientes castigos por su incumplimiento. Así los niños saben a qué atenerse y es menos probable que reaccionemos exageradamente cuando se portan mal.
Los niños necesitan límites y tienen que saber qué les pasará si los traspasan. Si tales consecuencias están claramente definidas, es más fácil reaccionar con calma y ecuanimidad, lo cual redunda en beneficio de todos.
Pongamos por caso que les prohíbas a los niños correr en la casa y les expliques que si lo hacen les harás quedarse tres minutos sentados. Tomás, de dos años, está emocionado por algo, pasa por la sala corriendo, tropieza y tumba tu planta preferida. Tú te enojas y tienes ganas de aplicarle un castigo que nunca olvide. Pero ¿se lo merece? Si sabes que el castigo son tres minutos sentado, es menos probable que tengas una reacción de la que después te arrepientas.
El mejor momento para fijarles límites a los niños es cuando ninguno de ellos haya cometido una fechoría y estemos tranquilos. Conviene escoger un sitio cómodo, tal vez hasta servir una merienda para que el clima sea más relajado, y conversar sobre las normas que han de regir en la casa. Si se tienen niños de edades bastante dispares, probablemente convenga hablar por separado con los pequeños y con los grandes.
Naturalmente, lo ideal es que los niños entiendan la necesidad de cada regla y acepten el castigo correspondiente por infringirla. Primero se pueden enumerar las reglas, y luego decidir los castigos. Eso ayuda a ver las cosas objetivamente y a reservar los castigos más severos para las faltas graves.
Es preferible que los propios niños confeccionen la lista, o al menos un bosquejo de ella. Puede que sorprenda descubrir que cuando se encomienda a los hijos la misión de ser sus propios jueces se fijan a veces niveles de exigencia más altos y estrictos que los que uno les impondría. No obstante, si se ve que son demasiado estrictos, conviene moderar sus exigencias.
Hijo, voy a decirte esto mientras duermes con una manita bajo la mejilla.
Hace unos minutos, mientras leía el diario, me asaltó el remordimiento y decidí venir a verte.
Esto es lo que pensaba, hijo: He estado enojado contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela porque apenas te mojaste la cara con la toalla. Te llamé la atención por no limpiarte los zapatos. Te grité porque tiraste algo al suelo.
Durante el desayuno también te reñí. Manchaste el mantel. Engulliste la comida. Pusiste los codos en la mesa.
Cuando salías a jugar y yo me iba a trabajar, te diste la vuelta y me saludaste con la mano diciendo:
-¡Adiós, papito!
-¡Ponte bien derecho! -te respondí.
Por la tarde pasó lo mismo. Al acercarme a casa te vi de rodillas jugando a las canicas. Tenías los pantalones agujereados. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte entrar en casa.
-Los pantalones son caros, y si tuvieras que comprártelos tú, no gastarías las rodillas arrastrándote por el suelo.
¿Cómo puede un padre decirle eso a su hijo?
Más tarde, mientras yo leía, entraste tímidamente en el cuarto con una expresión dolida, ¿te acuerdas? Cuando levanté la vista, molesto por la interrupción, te quedaste vacilando en la puerta.
-¿Qué quieres? -te dije bruscamente.
No me respondiste, pero cruzaste corriendo la habitación y en un gesto apasionado me echaste los brazos al cuello y me diste un beso. Me estrechaste entre tus bracitos con un cariño que Dios ha hecho florecer en tu corazón y que ni aun mi abandono ha logrado marchitar. Luego desapareciste escaleras arriba.
Pues bien, hijo, poco después se me cayó el periódico de las manos y me sentí fatal. Me di cuenta de que he adquirido la terrible costumbre de censurarte, de desaprobar lo que haces. Así te premio por ser niño. No es que no te quiera; es que te exijo demasiado por la edad que tienes. Te juzgo como si tuvieras los mismos años que yo.
Por otra parte, tu amor por mí es tan grande, tan intenso y tan imparable como el amanecer. Me lo demostraste con tu besito espontáneo de buenas noches.
Así que he venido a arrodillarme al lado de tu camita en la oscuridad, lleno de vergüenza. Es lo único que se me ocurre hacer como desagravio.
Mañana seré un buen papá. Jugaré contigo y me enteraré de tus alegrías y tus tristezas. Me morderé la lengua cuando afloren a mis labios palabras impacientes. Me acordaré de que eres un niño pequeño, y no te exigiré demasiado.
Adaptación de un texto de W. Livingston Larned

4. Que las reglas sean pocas, sencillas y claras
Cuantas menos reglas estrictas haya, mejor. Eso es lo que ha hecho el Señor con nosotros. Lo simplificó muchísimo diciendo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas»1. En realidad es una sola regla: «Amarás». Si enseñamos a nuestros hijos a regirse por el amor, prácticamente no hará falta ninguna otra regla.
Es conveniente pedirle a Dios buen tino para saber qué reglas son necesarias y cuáles no2. Es mucho mejor contar con unas pocas reglas importantes y adherirse a ellas que tener una extensa lista de normas detalladas que ni los padres ni los hijos son capaces de observar.
5. Cumple lo estipulado
Debes enseñarles a tus hijos que lo que dices va en serio. Es mejor no prometer un castigo que prometerlo y no cumplirlo. Si les adviertes a los niños que no hagan tal o cual cosa y les explicas que si desobedecen los castigarás, puede que desobedezcan para ponerte a prueba. Y si no cumples el castigo, lo intentarán otra vez. Si les permites que se salgan con la suya una y otra vez, tu autoridad sobre ellos se verá menoscabada.
Naturalmente, eso no significa que no vayan a desobedecer si aplicas las consecuencias previamente acordadas. Algunos niños necesitan aprender un concepto varias veces para que se les grabe la enseñanza. Pero al ponerles límites firmes, se consigue que aun esas pruebas se conviertan en oportunidades de madurar en vez de que el niño simplemente averigüe hasta dónde y con frecuencia pueda salirse con la suya. Una vez que se dé cuenta de que, en efecto, tendrá que afrontar las consecuencias de sus acciones, lo más probable será que mejore su comportamiento.
6. Sé constante
No hay peor disciplina que una disciplina irregular. ¡Eso no es disciplina ni es nada! Debes ser fiel a tu palabra y ejecutar la sentencia con amor, paciencia y oración. Sé franco, justo, amoroso, firme y constante.
Que se esté de buen o de mal humor no debe afectar en absoluto la corrección que se les imparta a los hijos. Si no, en vez de aprender buenos principios, solo aprenderán a andarse con cuidado en nuestra presencia. Se aprovecharán de nosotros cuando estemos de buen humor y evitarán nuestra presencia cuando estemos de mal humor.
En circunstancias excepcionales, el Señor puede indicarte que no apliques un castigo acordado previamente con tus hijos. Eso probablemente solo ocurrirá muy de vez en cuando, pero puede suceder, así que es importante pedirle al Señor que te ayude a decidir atinadamente en cada caso.
7. Obra con justicia
Pocas cosas socavan más la relación entre padres e hijos que el resentimiento y la desconfianza que alberga un niño injustamente castigado. Lo que convierte esto en algo tan riesgoso es que, dependiendo de su madurez, su concepto de justicia puede diferir sustancialmente del de sus padres. Pero es igual de fuerte y, a su modo de ver, igual de válido. ¿Qué hacer entonces?
No hay que sacar conclusiones precipitadas. Hay que darle al niño oportunidad de explicar su postura y procurar ver el asunto desde su punto de vista. Si nos tomamos un tiempo para evaluar su versión, estaremos en mejor situación para juzgar el asunto con equidad. Y al ver que nos esforzamos por ser comprensivos y justos, nos tendrá más respeto y valorará más nuestro discernimiento.
Una forma de ayudarlo a entender tu punto de vista es tomarte un rato -antes o después de aplicarle la medida disciplinaria- para explicar qué fue lo que salió mal. A veces los niños se enfrascan tanto en algo que no se dan cuenta de lo que hacen. Un niño entusiasmado con una idea es capaz de pisar la alfombra nueva de la sala con las botas llenas de barro y no darse cuenta. El hecho de que te tomes unos momentos para explicarle su error y el motivo por el que tienes que castigarlo según lo acordado, verificando que ha comprendido bien lo que pasó, contribuirá mucho a que sienta que se lo ha tratado con justicia.
Una debilidad humana en la que caen a veces los padres y cuidadores de niños es mostrar favoritismo hacia algunos. Es fácil ser más indolente con la niña chiquita y bonita que con el niño travieso. Las reglas pueden servir para constatar si se obra con equidad. ¿Cómo reaccionamos al aplicar correctivos a diversos niños? Lógicamente, también hay que tener en cuenta que cada niño tiene una personalidad y un temperamento distinto. Algunos son tozudos y se resisten a la disciplina; otros son más dóciles. A algunos se los puede tratar con mano blanda; otros requieren una mano firme. Hay que procurar apartarse un poco de la situación y serenarse respirando hondo. Tómate unos momentos de tranquilidad y pídele al Señor que te ayude a ver las cosas con ecuanimidad.
8. No conviene disciplinar cuando se está alterado
Uno de los errores más graves que se pueden cometer es aplicar un castigo más severo del que amerita la falta.
Aunque es normal enojarse con un niño cuando se ha portado mal, hay que darse un poco de tiempo para calmarse antes de aplicar una medida disciplinaria. Si es muy pequeño y necesita un correctivo de inmediato, pero no te sientes capaz de reaccionar con paciencia y objetividad, pídele a tu cónyuge que le aplique el castigo. Si no hay nadie que lo pueda hacer por ti, puedes pedir al niño que se quede un rato en silencio para reflexionar sobre su conducta. Durante ese tiempo procura serenarte y pregúntale al Señor qué debes hacer.
Disciplinar con ira generalmente es injusto para con el niño y puede invalidar los efectos beneficiosos del correctivo. Él piensa que sus padres lo han castigado porque están enojados y no porque haya incurrido en una falta. Para él, la cuestión de fondo termina siendo la reacción de sus padres. No entiende la enseñanza derivada del error cometido, y en consecuencia es muy posible que se resienta del castigo.
9. Reitérales a tus hijos tu amor y tu confianza en ellos
Los niños necesitan amor, y más cuando no parecen merecerlo. Necesitan saber que se los ama incondicionalmente, y que aunque se hayan portado mal sus padres siguen siendo sus padres y no pierden la fe en ellos.
Nunca hay que olvidarse de manifestarles una medida mayor de amor y dirigirles palabras de aliento después de corregirlos o de aplicarles una medida disciplinaria. Hay que abrazarlos, hacer algo interesante con ellos o decirles lo mucho que los apreciamos y lo orgullosos que estamos de ellos cuando se esfuerzan por obrar bien. Por último, diles que tienes la seguridad de que la próxima vez actuarán con más acierto. Ese puede ser el factor que determine si se quedan desalentados y resentidos, o bien contentos, motivados y deseosos de complacer.
Manifestar fe en el niño y animarlo constituye una parte importante de la disciplina, porque es un aspecto muy importante del amor. Los hijos serán más felices y se apegarán más a las reglas si los motiva más el amor que el miedo al castigo. Ese debe ser el objetivo. De otro modo, si solo se portan bien por temor al correctivo, es posible que en cuanto estemos fuera de vista sigan haciendo lo que les dé la gana.
Al manifestarles amor y fe los motivamos a comportarse y a hacer el bien porque tienen una noción interior del bien y del mal y porque quieren retribuir el amor que les hemos demostrado, y también el amor de Dios. Esa es en realidad la mejor motivación que pueden tener en la vida: el deseo de complacer al Señor.
10. Concluye la acción disciplinaria con una oración
Hay que animar a los niños a pedir perdón cuando se portan mal, tanto a Jesús como a sus padres. Nunca hay que dejar de hacer una breve oración con ellos después del correctivo, decirles que los perdonas y recordarles que Jesús también los perdona. «Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de Sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias»1.
¿Cuándo queremos a los hijos?
Cuando los hijos son muy buenos
amarlos es normal;
pero no los queremos menos
cuando se portan mal.

Los queremos cuando persiguen
nuestro afecto sincero,
y aún más cuando se resisten
a que se lo expresemos.

Los queremos si nos ofenden.
La razón, ¿cuál será?
Es algo que sólo comprende
quien también es papá.
Richard Armour

Oración de una madre
Padre celestial, te pido que hagas de mí una mejor madre. Ayúdame a entender a mis hijos, a escucharlos con paciencia y responder a todas sus preguntas con amabilidad. Que no los interrumpa ni contradiga. Ayúdame a actuar con ellos con la misma consideración que les exijo. No permitas que me ría jamás de sus errores, ni que me burle de ellos o los ponga en ridículo cuando me disgusten. Que no los castigue nunca por motivos egoístas ni para demostrarles mi autoridad.
Ayúdame a no tentarlos a robar ni a mentir. Y guíame hora tras hora para que les demuestre con todas mis palabras y acciones que la sinceridad es el origen de la felicidad.
Te pido que atenúes mi mal carácter, y que cuando esté de mal humor me ayudes a refrenar la lengua.
Que no olvide jamás que son niños y que no debo esperar que tengan el sentido común de las personas adultas.
Que no les prive de la oportunidad de tomar decisiones por su cuenta.
Bendíceme con grandeza para acceder a todos sus pedidos razonables, y con valor para negarles los privilegios que en mi opinión les resultarían perjudiciales.
Hazme imparcial, justa y bondadosa. Y hazme digna de ser amada, respetada e imitada por ellos. Amén.
Abigail Van Buren
1 D.R.A.E.
2 «Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:11).
3 Proverbios 22:15.


Un firme fundamento
Encamina a tus hijos hacia Jesús
Para dar a los niños un buen fundamento y prepararlos para la vida es de suma importancia ayudarlos a entablar una relación personal con Dios por medio de Jesucristo. Cuando son chiquitines es muy sencillo llevarlos a aceptar al Salvador. A continuación reproducimos un pasaje de Preescolares (publicado en esta misma colección) que puede ser de utilidad para abordar esta cuestión con niños pequeños:

Desde chicos los niños pueden rezar para aceptar la salvación eterna que Dios les ofrece y abrirle a Jesús la puerta de su corazón. Es tan sencillo que hasta muchos pequeños de dos años pueden hacerlo. Difícilmente puede encontrarse a alguien más sincero y dispuesto a creer que un chiquitín. Por eso dijo Jesús que debemos hacernos como niños para ir al Cielo1. Si un niño es capaz de hacer una oración sencilla -incluso a los dos años- ya está en condiciones de recibir a Jesús.
Cuando le hayas enseñado quién es Jesús -para ello es ideal una biblia infantil ilustrada-, explícale: «Jesús quiere vivir en tu corazón. Él te quiere mucho. Quiere ser tu mejor amigo y estar siempre contigo. Si le pides que entre en tu corazón, entrará. ¡Y ya nunca te dejará! ¿Quieres que entre en tu corazón?»
Luego haz una pequeña oración para que el niño la repita como buenamente pueda. Aunque no consiga decir más que la última palabra de cada frase, es suficiente, porque para Jesús lo que cuenta es la intención. La oración puede ser algo así como: «Jesús, entra en mi corazón. Perdóname por portarme mal a veces. Ayúdame a amarte y a portarme bien». Con eso, Jesús entrará en el corazón de tu hijo, y será salvo para siempre. Dios lo promete1. ¡Es así de sencillo!
A los niños mayorcitos conviene darles una explicación más completa de lo que es la salvación. Veamos un ejemplo de lo que se les puede decir. También puede ser algo más resumido:

Nadie es perfecto. Todos tenemos nuestros puntos flacos, y a veces hacemos cosas que no están bien. Pero Dios nos quiere tanto que desea perdonarnos y ayudarnos a cambiar. Para ello hizo un gran milagro: ideó un plan muy sencillo a fin de que cualquiera pueda salvarse. Lo único que tenemos que hacer es creer en Jesús y aceptarlo. Cuando él entra en nuestra vida, aparte de ayudarnos en la Tierra, también nos da vida eterna en el Cielo. La salvación es un regalo sensacional que Dios hace a todos los que aman a Jesús y creen en Él.
Dios desea que todo el mundo se salve, pero deja que cada uno escoja. Cada uno decide si acepta a Jesús y la vida eterna que Él nos ofrece.
- Jesús prometió: «He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él»2.
- «De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna»3.
- «Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. […] Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo»1.
- «La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro»2.
- «Esta es la promesa que Él nos hizo, la vida eterna»3.

La salvación es así de sencilla. Una vez que tu hijo acepta a Jesús, ya la tiene. Para los padres es una experiencia maravillosa estar junto a sus hijos cuando estos descubren a Jesús y Su salvación.

Importancia de apacentar a los hijos con la Palabra de Dios
«La Palabra de Dios es viva y eficaz»4. Vive en nosotros, nos habla y nos llena la vida de luz y entendimiento. A medida que ingerimos el agua viviente de la Palabra de Dios, comienza a transformar nuestro corazón, mente y vida. Empezamos a ver las cosas desde la perspectiva de Dios, que en muchos casos difiere sustancialmente de nuestra forma de pensar. Descubrimos cosas de nosotros mismos y de los demás que no habríamos alcanzado a ver de ninguna otra manera.
A nadie se le ocurriría decirle a un niño que se ha perdido en el bosque que busque por su cuenta el camino de regreso a casa. Nunca se nos pasaría por la cabeza no dar de comer a nuestros hijos, no vestirlos o no dejarlos salir a jugar, respirar aire puro y hacer ejercicio. Y tampoco debemos privarlos de las Palabras de vida, que imparten el poder, la luz y la vida de Dios. Jesús dijo: «Las Palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida»5.
Con la Palabra de Dios los niños aprenden lo que está bien y lo que está mal y adquieren sólidos principios que los capacitan para hacer frente a las numerosas dificultades que se les presentarán en la vida. Y a medida que crezcan, sin duda tendrán que encarar muchas, porque la vida es un terreno de pruebas en el que aprendemos a tomar decisiones en consonancia con los preceptos del bien, en vez de escoger lo que es malo y perjudicial. Desde muy pequeños, los niños libran esta batalla espiritual y toman decisiones que pueden afectar en gran manera su vida y la de los que los rodean. Los padres podemos preparar a nuestros hijos para hacer frente a esas difíciles decisiones proporcionándoles una base de fe y un buen conocimiento de la Palabra de Dios.
- «¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar Tu palabra»1.
- «En mi corazón he guardado Tus dichos para no pecar contra Ti»2.
- «Lámpara es a mis pies Tu palabra y lumbrera a mi camino»3.
- «Hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del Diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes»4.
- «Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios»1.

Relatos de la Biblia para niños
Es muy beneficioso leer la historia sagrada a los hijos desde temprana edad; cuanto antes se empiece, mejor. Hasta los bebés pueden asimilar relatos acerca de Jesús y de hombres y mujeres de fe. Esto le servirá de cimiento para hacer descubrimientos más profundos de la Palabra de Dios cuando sea mayor. (En Disfruta de tu bebé y Preescolares se presentan ideas para enseñar la Biblia a niños pequeñitos.)
La Guía de actividades para estudiar la Palabra de Dios que aparece al final del presente librito enumera una serie de historias básicas de la Biblia que se pueden empezar a leer con los niños. Una actividad así estrecha las relaciones entre padres e hijos y los ayuda a crecer en la fe y entender la Palabra de Dios. Al leer y comentar esos relatos, sorprende la cantidad de enseñanzas que se sacan y son de aplicación en la vida cotidiana. El tomarse tiempo para hablar de los detalles y la moraleja de cada caso ayuda a los niños a aplicar esas enseñanzas a su propia vida.
Algunos relatos muy conocidos del Antiguo Testamento no son muy apropiados para niños pequeños porque tratan de violencia o inmoralidad, como por ejemplo la historia de Lot en Sodoma y Gomorra o el asesinato de Sísara a manos de Jael. Naturalmente, hay otros relatos de Antiguo Testamento que sí son apropiados para niños pequeños, como por ejemplo el de la creación, el del arca de Noé, el del llamamiento del niño Samuel, etc.
Explorar la Palabra de Dios constituye una aventura espiritual en la que puede participar toda la familia. No hace falta saberlo todo para empezar. Si tus hijos te hacen preguntas cuya respuesta desconoces, diles simplemente que aún no lo sabes, pero que si siguen leyendo seguramente lo averiguarán. Pídanle al Señor que los ayude a descubrir la respuesta mientras leen Su Palabra. A veces viene bien comentar las preguntas de los hijos con nuestro cónyuge o con algún amigo que sea lector de la Biblia. La Biblia es un libro muy extenso. Aunque se estudie a lo largo de toda la vida, nunca se llegan a extraer todos los tesoros que contiene.

Guardar la Palabra de Dios en el corazón
Un aspecto importante de estudiar la Palabra de Dios en familia es aprenderse de memoria ciertos versículos clave que sean alentadores y reconfortantes. Las promesas edificantes que memorizamos acrecientan nuestra fe y son una fuente de consuelo en los momentos difíciles, tanto para nosotros como para otras personas. En el Salmo 119:11 (al que hicimos referencia más arriba), la Biblia dice que debemos guardar la Palabra de Dios en nuestro corazón a fin de agradarlo y evitar hacer cosas que hieran o perjudiquen a los demás. Meditar en la Palabra de Dios y memorizarla purifica nuestros pensamientos y nuestro corazón. Las palabras textuales de Dios que nos aprendemos se convierten en lámpara para nuestros pies y ancla para nuestra alma. El conocimiento de las Escrituras nos hace crecer espiritualmente y nos permite entender mejor al Señor, a los demás y a nosotros mismos. Y el hecho de sabernos de memoria ciertos pasajes nos facilita la labor de transmitírselos a otras personas aun cuando no tengamos con nosotros una biblia. Si entendemos lo útil e importante que es conocer la Palabra de Dios, nos sentiremos motivados a estudiarla lo más a fondo posible y a no dejar de leerla y memorizarla con nuestros hijos.
En el apartado Versículos para memorizar en familia de la Guía de actividades para estudiar la Palabra de Dios que aparece al final del libro, se incluyen algunos versículos de utilidad para iniciar un programa de memorización con los hijos. Los mismos versículos se presentan con ilustraciones a todo color en los libritos de Apacienta Mis corderos, también de Aurora Production.
Si la memorización es algo nuevo para ti y para tus hijos, empieza con un versículo cada dos días. Lee el versículo del día mientras los niños desayunan. Conviene comentarlo brevemente con ellos para asegurarse de que lo entiendan y vean de qué manera lo pueden aplicar. De ser posible, hay que facilitarles una copia del versículo para que la lleven en el bolsillo o en su mochila escolar y puedan repasarlo a lo largo del día. Al final del primer día, todos pueden recitar el versículo juntos a la hora de cenar y repasarlo una vez más antes de que los niños se acuesten. Lo mismo se puede hacer el segundo día, y al final de la jornada podrías otorgar un pequeño premio a quienes se lo sepan de memoria. Los premios no tienen por qué ser gran cosa. Se trata simplemente de reconocer de un modo entretenido los avances realizados por los niños.
La colección Apacienta Mis corderos incluye una lista de control para ir anotando los versículos que se aprende cada niño. Otra forma de dejar constancia de los progresos que se hacen, si tienes más de un niño, es colocar un gráfico en la puerta del refrigerador o en algún otro sitio visible con sus nombres y la referencia de los versículos que estén memorizando. Cada vez que un niño se aprenda uno, pon un adhesivo o una señal en el sitio correspondiente. Los padres no deben olvidarse de incluir su nombre y ponerse un adhesivo o una señal -también pueden hacerlo los niños por ellos- cuando ya sean capaces de citar bien un versículo. La memorización debe ser un asunto de familia. Para que todos estén motivados e incentivados a seguir avanzando, tal vez convenga variar de vez en cuando de métodos o incentivos. Por ejemplo, se puede probar a colocar una señal junto a cada versículo memorizado, luego un adhesivo cuando se hayan aprendido cinco versículos, y hacer una salida o excursión juntos cuando todos hayan obtenido cuatro adhesivos (20 versículos).
Una vez que se vayan acostumbrando, probablemente podrán hacer un versículo al día. No te asombres si a los niños les resulta más fácil que a ti aprenderse los versículos. Eso debería incentivarlos. Aunque inicialmente memorizar sea un poco difícil, con el tiempo se irá haciendo más fácil y natural. Es como aprender a mecanografiar, conducir, tocar un instrumento musical o utilizar una computadora; la práctica hace al maestro.
Para que un programa de memorización dure, conviene disponer de un medio práctico de recopilar y repasar los pasajes aprendidos. Una idea podría ser escribir cada uno en una ficha, o fotocopiar la lista de control que aparece al final del libro, recortar los versículos y pegarlos en trocitos de cartulina. O bien fotocopiar la lista tal cual a fin de confeccionar un librito para cada niño. Si se escriben los versículos sobre una cara de la ficha y se anotan las referencias o palabras clave por el otro lado, pueden servir para hacer juegos de repaso de lo aprendido.
A veces es más fácil memorizar (y repasar) un salmo entero u otro capítulo de la Biblia que aprenderse un puñado de versículos separados, puesto que en un capítulo, generalmente los versículos tienen continuidad unos con otros; relatan algo o exponen un tema. Por otra parte, puede que resulte más útil contar con una serie de versículos variados y es una tarea de menos envergadura que aprenderse un salmo o capítulo entero, sobre todo al comienzo. Si bien es cierto que algunos pasajes extensos de la Biblia son muy alentadores y viene muy bien aprendérselos, una de las ventajas de memorizar versículos sueltos es que se abarcan más temas en menos tiempo: salvación, Espíritu Santo, curación, oración, fe, dar testimonio, protección de Dios, consuelo, etc. Prueba a aprenderte versículos que contengan promesas del Señor que significan mucho para ti, o que presenten verdades espirituales fundamentales, o que te hablen al corazón de un modo personal.
(El apartado Ideas para repasar los versículos memorizados, de la Guía de actividades para estudiar la Palabra de Dios que aparece al final del presente libro, contiene más consejos para no olvidar los versículos aprendidos.)

Dar a conocer a Jesús
Comprobarás que una vez que tú y tus hijos hayan aceptado a Jesús y comiencen a apacentarse de Su Palabra, sus vidas se transformarán. Empezarán a ver la diferencia en ustedes mismos, en sus actitudes y en su forma de encarar diversas situaciones. Es porque Dios les ha concedido el grandioso don de la salvación, el tesoro de Su Palabra y la paz y seguridad de Su amor. Han encontrado un tesoro inconmensurable que Dios quiere que compartan con los demás, para que ellos también puedan salvarse y gozar de las riquezas divinas que han descubierto ustedes.
El amor de Dios es infinito. Alcanza para todos, así que no dudes en abrir el cofre del tesoro a los demás. Una mirada amistosa, una sonrisa, un gesto de cariño o una palabra de aliento pueden brindarte la oportunidad de dar a conocer el mensaje del amor de Dios y Su salvación. Todo lo que has aprendido en este librito sobre aceptar a Jesús, Su salvación y Su Palabra puedes comunicárselo a tus familiares, amistades, compañeros de trabajo o de facultad y otras personas con las que te encuentres a diario. Lee y apréndete los versículos sobre salvación y dar testimonio del apartado Versículos para memorizar en familia que aparece al final de este libro, y deja que el Señor obre por medio de ti y de tus hijos para ayudar a otros a encontrar la salvación y una vida de alegría y satisfacción con Jesús, ahora y para siempre.
Si tus hijos (o tú) son tímidos y les cuesta hablar de Jesús a los demás, pidan juntos al Señor que los llene del Espíritu Santo, el maravilloso regalo que Él nos ha prometido a fin de capacitarnos para dar testimonio de Él. (Si quieres saber más sobre el Espíritu Santo y la forma en que puede ayudarte, lee Los dones de Dios, de la colección Actívate.)

Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos1.

El mensaje que tus hijos pueden dar a sus amigos puede ser muy sencillo. Veamos un ejemplo: «Jesús es mi mejor amigo. Vive en mi corazón. Te quiere mucho y quiere vivir también en el tuyo. Será tu mejor amigo, y así un día todos estaremos juntos en el Cielo. Solo tienes que orar conmigo, y Jesús entrará en tu corazón».
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Ideas para repasar los versículos memorizados
Una vez que los niños (y tú) hayan comenzado a aprenderse versículos, será indispensable que los repasen para que no se les olviden. A continuación presentamos algunas propuestas para amenizar el repaso.

- Graba en un cassette los versículos que estén memorizando los niños y pónselo a la hora de la siesta, cuando se acuesten por la noche, etc. (Los niños mayores y los adolescentes pueden grabarse ellos mismos sus cintas y las de sus hermanos menores. Diaria o semanalmente pueden ir añadiéndose versículos.)
- Prepara una tarjeta para cada versículo. Escribe o pega el texto del versículo sobre una de las caras y la referencia en la otra. Otra opción sería incluir las primeras palabras o una o dos palabras clave de cada versículo por el lado de la referencia. Invéntate juegos o preguntas utilizando las tarjetas.
- Es esencial tener los versículos a mano para que sea fácil repasar o memorizar cada vez que dispongan de unos instantes. En el bus, en la consulta del dentista, cuando estés esperando a un amigo o a que los niños salgan del colegio, tómate unos minutos para repasar o aprender un versículo nuevo. Enseña a tus hijos a hacer lo mismo.
- Prepara un cuadro para llevar un registro de lo que vas repasando. Haz un lista de los versículos y capítulos memorizados y repasa algunos cada día con tus hijos. Al terminar de repasar un versículo o un pasaje, pongan en el cuadro un autoadhesivo o una señal. Cuando memoricen algo nuevo, añádanlo a la lista para ir repasándolo con frecuencia.

Ideas aportadas por otros padres y docentes:
- A cada niño le hicimos un escudo en rojo y azul con una banda cruzada en la que estaba escrito su nombre. Pusimos los escudos en la sala de estar donde todo el mundo los viera. Cada vez que los niños se aprenden un versículo, pueden pegar en su escudo una medalla que lleva escrita la referencia del versículo. (Las medallas son de papeles de colores recortados.)
- Prueba a hacer un concurso de memorización. Se dice la referencia y se ve quién es capaz de recitar el versículo correspondiente. O se les pide a los concursantes que se turnen para decir un versículo sobre un tema determinado, como la salvación, la curación, la confianza en Dios en momentos difíciles, etc. Una tercera modalidad consiste en pedir a los niños que den un versículo para determinada situación: «Una familia necesita dinero para comprar algo que le falta. ¿Qué versículo puede invocar?» Nosotros hicimos una cajita con preguntas de este estilo escritas en unas tarjetitas, de las cuales podemos echar mano en cualquier momento para hacer un repaso rápido.
- Las tres variantes del juego también se pueden jugar cuando hay un solo niño con uno de sus padres: en ese caso pueden turnarse haciéndose preguntas mutuamente. De vez en cuando se puede jugar llevando la cuenta de los tantos.
- Compañeros de memorización: Cada uno tiene un compañero que le pregunta los versículos y lo ayuda a memorizar todos los días.
- Repaso: Las primeras tres semanas del mes aprendemos versículos nuevos, y en la cuarta repasamos lo que hemos memorizado ese mes y anteriormente.
- En nuestros paseos siempre nos resulta ameno hacer juegos de repaso con los versículos aprendidos. Yo simulo tener un interrogante o un problema que no sé resolver y hago preguntas que los niños deben responder exclusivamente con versículos de la Biblia. Ejemplos: «¿Quién creó el mundo?» (Génesis 1:1); «¿Quién creó al hombre?» (Génesis 1:27); «¿Qué debo hacer para salvarme?» (Hechos 16:31); «¿Soy pecador?» (Romanos 3:23); «¿Qué es la verdad? (Juan 17:17).
- Mientras los niños comen, les leo lo que están memorizando ese día. Nos gusta representar con gestos el mensaje o las palabras clave de cada versículo, porque ayuda a los niños a repasar y retenerlo con más facilidad. Repasan sus versículos antes de la siesta y de acostarse por la noche.

Lista de relatos de la Biblia
Los siguientes pasajes de la Biblia te proporcionarán muchas horas de lectura e interacción provechosas con tus hijos. Esta lista contiene más relatos que la que se incluye para niños pequeños en Disfruta de tu bebé y Preescolares.

Vida de Jesús
* Nacimiento: Mateo 1:18 - 2:23; Lucas 1:5 - 2:52
* Muerte: Mateo 26:17 - 27:66; Marcos 15;
Lucas 23; Juan 18 - 19
* Resurrección: Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 20

Milagros de Jesús
Milagros de resurrección
* El hijo de la viuda: Lucas 7:11-16
* La hija de Jairo: Mateo 9:18-26;
Marcos 5:22-43; Lucas 8:41-56
* Lázaro: Juan 11:32-44
Milagros de curación
* El hijo de un oficial del rey, de una fiebre:
Juan 4:46-54
* Un leproso: Mateo 8:2-4; Marcos 1:40-45;
Lucas 5:12-14
* Un paralítico: Mateo 9:1-8; Marcos 2:3-12; Lucas 5:17-26
* Un hombre que llevaba 38 años enfermo:
Juan 5:1-16
* El hombre de la mano seca: Mateo 12:10-15; Marcos 3:1-5; Lucas 6:6-10
* El siervo del centurión, de parálisis:
Mateo 8:5-13; Lucas 7:2-10
* Una mujer que llevaba 12 años con un flujo de sangre: Mateo 9:20-22; Marcos 5:25-34;
Lucas 8:43-48
* Los dos ciegos: Mateo 9:27-31
* Un hombre sordo y tartamudo: Marcos 7:32-37
* Un ciego: Marcos 8:22-26
* Un ciego de nacimiento: Juan 9:1-11
* Una mujer que llevaba 18 años enferma:
Lucas 13:10-17
* Un hombre que sufría de hinchazones:
Lucas 14:1-6
* Los diez leprosos: Lucas 17:11-19
* Un mendigo ciego: Mateo 20:30-34;
Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43
* La oreja de Malco: Lucas 22:50,51
* La suegra de Pedro: Mateo 8:14-17;
Marcos 1:29-31; Lucas 4:38,39

Otros milagros que obró Jesús
* Agua convertida en vino: Juan 2:1-11
* La red de Pedro se llena de peces: Lucas 5:1-11
* Alimentación de más de 5.000 personas:
Mateo 14:15-21; Marcos 6:35-44;
Lucas 9:12-17; Juan 6:5-14
* Alimentación de más de 4.000 personas:
Mateo 15:32-39; Marcos 8:1-10
* Un pez provee dinero para el tributo:
Mateo 17:27
* La pesca milagrosa: Juan 21:6-14
* Se seca un higuera: Mateo 21:18-21;
Marcos 11:12-14;20-21
* El viento y el mar le obedecen: Mateo 8:23-27; Marcos 4:37-41; Lucas 8:22-25
* Jesús camina sobre el agua: Mateo 14:25-31; Marcos 6:45-52; Juan 6:19
* Los que son enviados a detenerlo se caen:
Juan 18:4-6
* Jesús pasa por entre la multitud sin ser visto: Lucas 4:28-30

Milagros relacionados con la vida de Jesús
* Una estrella guía a los sabios de Oriente hasta Belén: Mateo 2:1-9
* Señales en Su bautismo: Mateo 3:16,17;
Marcos 1:9-12; Lucas 3:21,22
* Señales en Su transfiguración: Mateo 17:1-9; Marcos 9:1-9; Lucas 9:28-36
* Respuesta a una oración: Juan 12:28-30
* Señales en Su muerte: Mateo 27:45-53
* Señales en Su resurrección: Mateo 28:2;
Marcos 16:4-6
* Señales en Su ascensión: Lucas 24:50,51;
Hechos 1:6-12

Parábolas que contó Jesús
* La paja y la viga en el ojo: Mateo 7:3-5
* La casa edificada sobre la roca y la construida sobre la arena: Mateo 7:24-27; Lucas 6:47-49
* El sembrador: Mateo 13:3-8,18-23;
Marcos 4:3-8,14-20; Lucas 8:5-15
* El trigo y la cizaña: Mateo 13:24-30
* La levadura: Mateo 13:33; Lucas 13:20,21
* El tesoro escondido: Mateo 13:44
* La perla de gran precio: Mateo 13:45-46
* Tesoros nuevos y antiguos: Mateo 13:52
* Los dos deudores: Mateo 18:23-34
* El padre y los dos hijos: Mateo 21:28-31
* Las vírgenes prudentes y las insensatas:
Mateo 25:1-13
* Los talentos: Mateo 25:14-30
* Las ovejas y las cabras: Mateo 25:31-46
* El remiendo de paño nuevo en un vestido viejo; el vino nuevo en odres viejos: Mateo 9:16,17; Marcos 2:21,22; Lucas 5:36,37
* La lámpara bajo el cajón: Mateo 5:15;
Marcos 4:21-23; Lucas 8:16
* Los convidados a la boda: Mateo 9:14,15; Marcos 2:18-20; Lucas 5:33-35
* Los dos deudores: Lucas 7:41-50
* El buen samaritano: Lucas 10:25-37
* El amigo que llega a medianoche: Lucas 11:5-8
* El rico insensato: Lucas 12:16-21
* Los siervos vigilantes: Lucas 12:35-40
* El siervo fiel: Lucas 12:42-48
* La semilla de mostaza: Mateo 13:31-32;
Marcos 4.31-32; Lucas 13:18-19
* La puerta estrecha: Lucas 13:24-30
* El buey caído en el pozo: Lucas 14:3-6
* Los mejores asientos: Lucas 14:7-11
* La gran cena a la que se invita a pobres, mancos, cojos y ciegos: Lucas 14:12-24
* La oveja perdida: Mateo 18:12-14; Lucas 15:4-7
* La moneda perdida: Lucas 15:8-10
* El hijo pródigo: Lucas 15:11-32
* El deber del siervo: Lucas 17:7-10
* El juez injusto: Lucas 18:1-8
* El fariseo y el publicano: Lucas 18:9-14
* El noble y sus diez siervos: Lucas 19:12-27
* El pan de vida: Juan 6:25-59
* El buen pastor: Juan 10:1-29
* La vid: Juan 15:1-27

Ejemplos de la Biblia de oraciones respondidas
* Abraham pide un hijo: Génesis 15:2-4
* El siervo de Abraham ora para que su misión resulte exitosa: Génesis 24:12-27
* Isaac pide hijos: Génesis 25:21,24-26
* Jacob ora para librarse de un ataque de Esaú:
Génesis 32:9-12; 33:4-10
* Jacob lucha para obtener la bendición divina:
Génesis 32:24-30
* Israel ora para librarse de la esclavitud de Egipto: Éxodo 2:23-25; Deuteronomio 26:7-9
* Moisés ora para que se mueran las ranas:
Éxodo 8:12,13
* Moisés ora para endulzar el agua:
Éxodo 15:23-25
* Moisés pide a Dios que perdone al pueblo:
Éxodo 32:11-14
* Moisés pide la presencia divina: Éxodo 33:12-14
* Moisés pide ayuda a Dios: Números 11:11-17
* Moisés pide ver Canaán:
Deuteronomio 3:24,25; 34:1-5
* Moisés ora por Israel: Deuteronomio 9:18,19
* Israel pide fuerzas para vencer al rey de Canaán: Jueces 4:3-23
* Gedeón pide una prueba y confirmación de su llamado: Jueces 6:36-40
* Sansón pide agua: Jueces 15:18,19
* Ana pide un hijo: 1 Samuel 1:11,17,20
* Samuel ora por Israel: 1 Samuel 7:8-12
* Salomón pide sabiduría: 1 Reyes 3:6-14
* Salomón ora en la consagración:
1 Reyes 8:23 - 9:9
* Elías ora por el hijo de la viuda:
1 Reyes 17:20-22
* Elías pide un triunfo sobre Baal:
1 Reyes 18:36-38
* Eliseo ora para que su siervo vea el ejército de ángeles: 2 Reyes 6:17
* Eliseo pide a Dios que ciegue al ejército enemigo:
2 Reyes 6:18
* Joacaz ora para librarse de la opresión de los sirios: 2 Reyes 13:4,5
* Ezequías pide protección: 2 Reyes 19:15-19,35
* Ezequías ora estando enfermo: 2 Reyes 20:3-11
* Los rubenitas oran para ganar la batalla:
1 Crónicas 5:18-22
* David ora en su lecho de muerte por Salomón:
1 Crónicas 29:10-19,25
* El ejército de Abías ora para obtener la victoria:
2 Crónicas 13:14-16
* Asa ora al partir para la batalla:
2 Crónicas 14:11,12
* Josafat pide protección: 2 Crónicas 20:6-22
* Manasés ora para obtener la victoria:
2 Crónicas 33:12,13
* Nehemías ora por el remanente de Israel:
Nehemías 1:5-2:8
* Jonás pide liberación: Jonás 2:2-10
* Pedro ora para que resucite Tabita: Hechos 9:40
* Los discípulos piden la liberación de Pedro: Hechos 12:5-17
* Cornelio le pide guía a Dios:
Hechos 10:1-6,30-33

Versículos para memorizar en familia
A continuación te ofrecemos una selección de versículos para que los memorices con tus hijos. Está tomada de los libros de Apacienta Mis corderos. Para los menores de 5 años, hay una lista más sencilla en Disfruta de tu bebé y en Preescolares, de esta misma colección. Estos versículos están simplificados y adaptados tomando como punto de partida la versión Reina-Valera, revisión de 1960. Si te interesan más versículos para tus hijos mayores, te recomendamos el librito La Biblia en cápsulas.

Amor
* Mateo 22:37 Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente.
* Mateo 22:39 Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
* 1 Pedro 4:8 El amor cubre multitud de pecados.
* Juan 13:35 De este modo sabrán todos que son Mis discípulos, si se aman los unos a los otros.

Salvación
* Juan 1:12 A todos los que lo recibieron, les dio el derecho de ser hijos de Dios.
* Juan 3:16 De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo único, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
* Romanos 3:23 Todos han pecado, y ninguno alcanza la gloria de Dios.
* Hechos 4:12 En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el Cielo en que podamos ser salvos.
* Romanos 10:9 Si confiesas que Jesús es tu Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo.
* 2 Corintios 5:17 Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.

Fe
* Mateo 9:29 Sea para ti conforme a tu fe.
* Proverbios 3:5 Confía en el Señor de todo corazón y no en tu propia inteligencia.
* Isaías 26:3 Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera; porque en Ti ha confiado.
* 2 Timoteo 1:7 No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
* Isaías 41:10 No temas, porque Yo estoy contigo. Soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré.

Promesas de Dios
* Romanos 8:28 Dios hace que todas las cosas sean para el bien de quienes lo aman.
* 2 Corintios 12:9 Te basta con Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad.
* Santiago 1:5 Si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, y le será dada.
* Salmo 37:4 Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón.
* Proverbios 3:6 Reconoce al Señor en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.

Oración
* Mateo 18:20 Donde dos o tres se reúnen en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.
* Salmo 19:14 Sean agradables los dichos de mi boca y los pensamientos de mi corazón delante de Ti, oh Señor, roca mía, y redentor mío.
* Jeremías 29:13 Me buscarás y me encontrarás cuando me busques de todo corazón.

La Palabra de Dios
* Juan 6:63 Las Palabras que te he hablado son espíritu y son vida.
* Santiago 1:22 No sólo escuches la Palabra: llévala a la práctica.
* 1 Pedro 2:2 Desea la leche pura de la Palabra, para que por medio de ella crezcas.
* Salmo 119:11 En mi corazón he guardado Tus dichos, para no pecar contra Ti.
* Salmo 119:18 Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu ley.
* Salmo 119:105 Tu Palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero.
* Juan 8:31 Si te mantienes en Mi Palabra, serás realmente Mi discípulo.

Vida cristiana
* Gálatas 6:7 Cada uno cosecha lo que siembra.
* Efesios 5:16 Aprovecha bien el tiempo.
* Salmo 133:1 ¡Qué bueno y qué delicioso es vivir juntos en armonía!
* 1 Corintios 14:33 Dios no es Dios de confusión, sino de paz.
* 1 Corintios 14:40 Hágase todo decentemente y con orden.
* Mateo 5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
* Mateo 5:44 Ama a tus enemigos, haz bien a los que te aborrecen, y ora por los que te hacen daño y te persiguen.
* Lucas 16:10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel.
* Gálatas 6:2 Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas.
* Filipenses 2:14 Hazlo todo sin quejas ni discusiones.
* Proverbios 15:1 La blanda respuesta quita la ira.
* Proverbios 15:3 Los ojos del Señor están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos.

Seguir a Jesús
* Juan 15:5 Yo soy la vid, y tú una rama. Si permaneces en Mí, como Yo en ti, darás mucho fruto.
* Hebreos 12:1,2 Teniendo alrededor nuestro una nube tan grande de testigos, corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús.
* Colosenses 3:2 Pon la mira en las cosas de arriba, no en las de la Tierra.

Perdón
* Mateo 6:14 Si perdonas a otros sus ofensas, también te perdonará a ti tu Padre celestial.
* 1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos y limpiar nuestro corazón.

Espíritu Santo
* 1 Corintios 3:16 Eres templo de Dios, y el Espíritu de Dios vive en ti.
* Gálatas 5:22,23 El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio.

Dar testimonio
* Mateo 5:16 Deja brillar tu luz, para que los demás vean tus buenas obras y glorifiquen a tu Padre que está en los Cielos.

Curación
* Mateo 4:23 Jesús curaba a la gente de todas sus enfermedades y dolencias.
* Marcos 10:52 Tu fe te ha curado.
* Marcos 16:17,18 Los que creen pondrán sus manos sobre los enfermos, y éstos sanarán.
* Salmo 34:19 Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará el Señor.

La buena batalla
* Santiago 4:7 Resiste al Diablo, y huirá de ti.
* Efesios 6:11 Ponte toda la armadura de Dios para que puedas hacer frente a los ataques del Diablo.
* 1 Juan 4:4 Más poderoso es el que está en ti que el que está en el mundo.

Otros medios útiles para memorizar y estudiar la Biblia
Una forma muy fácil de guardar la Palabra de Dios en el corazón es aprendérsela por medio de canciones. La mayoría de los versículos de la sección Versículos para memorizar en familia (y muchos otros) se han grabado en forma cantada y se incluyen en la colección de cassettes/CD Canciones de vida. Tales canciones son ideales para escuchar mientras se hace la limpieza, se va en auto al trabajo o se hace ejercicio, mientras los niños juegan o cuando se van a la cama. Una manera de introducir variedad en la memorización consiste en poner la cinta que contenga los versículos que se estén aprendiendo y cantar mientras se escucha.
Como su nombre indica, La Biblia en cápsulas es una colección de versículos importantes que te permiten dar rápidamente con las respuestas y el punto de vista de Dios sobre 35 temas. Este librito puede servir también para elaborar una lista más avanzada de versículos para memorizar. Su reducido tamaño lo hace ideal para insertarlo en la funda de la Biblia o llevarlo en el bolsillo o la cartera a fin de tenerlo siempre a mano.
Para hacer estudios sobre temas concretos, los dos tomos Claves para descubrir la verdad, titulados Fundamentos y Una vida más feliz, contienen selecciones muy completas de versículos de la Biblia organizados por materias. Fundamentos cubre los rudimentos de la fe cristiana; Una vida más feliz aborda más de 50 temas relacionados con la formación integral de las personas y la resolución de problemas.
La Biblia en cápsulas, Fundamentos y Una vida más feliz están editados por Aurora Production.
Epílogo: La fuente de la fortaleza
¡Niños! Niños encantadores, niños estupendos, niños traviesos, niños felices. Si tienes hijos, seguramente te habrán cambiado la vida. Ello obedece entre otras cosas a la gran necesidad que tienen de ti. De pequeños son muy desvalidos y dependen enteramente de nosotros. Poco a poco van creciendo, pero de todos modos, nos necesitan y acuden a nosotros en busca de ayuda y de respuestas, al menos hasta que se hacen más mayores y se van independizando.
La Palabra de Dios dice que debemos ser como niños para entrar en el Reino de los Cielos. Viendo cuánto dependen los niños de sus padres cuando son pequeños, comprendemos un poco mejor a qué se refiere Dios y cómo quiere que nos relacionemos con Él. Nuestros pequeños creen en nosotros y nos aceptan; confían y dependen ciegamente de nosotros para que les proporcionemos ayuda y orientación. Acuden a nosotros para todo. A medida que crecen, se hacen más independientes y se muestran menos dispuestos a aceptar nuestra ayuda. Más bien tratan de resolverlo todo por su cuenta. En muchos casos quieren ver todo lo que son capaces de hacer sin nosotros, aun antes de estar en condiciones de hacerlo. En momentos así, uno desearía que vinieran a pedirle ayuda y consejos, que se dieran cuenta de que no tiene nada de malo necesitar y pedir ayuda, que es normal no saberlo todo ni ser capaz de hacerlo todo por cuenta propia.
Nuestro Padre celestial anhela lo mismo de nosotros: que tomemos conciencia de nuestras limitaciones y de que necesitamos Su ayuda y consejos. Por eso nos envió a Su Hijo Jesús. Quiere que en lugar de seguir a trompicones, tratando de resolverlo todo por nuestra cuenta, sin ayuda de nadie, acudamos a Jesús, que seamos como niños que acuden a sus padres para que les brinden la ayuda y las soluciones que necesitan. Y Jesús puede hacer mucho más por nosotros que nosotros por nuestros hijos. Puede darnos luz y amor, la salvación y la promesa del Cielo, Su Reino eterno de gozo y felicidad, donde formaremos parte de Su familia celestial para siempre.
La asistencia más grande que puedes brindar a tus hijos es la de convertirte en un niño tú mismo, aprender a confiar en Jesús y dejar que Él te tome de la mano y te lleve hacia la vida eterna. A medida que aprendas a confiar en el Señor, seguirlo, abrirle tu corazón y tu vida y recibir Sus consejos y Su Palabra, tu vida se verá transformada. Jesús no solo te dará la vida eterna, sino que velará por ti y te proveerá lo que necesites, incluso lo que te haga falta para cuidar y orientar debidamente a tus hijos.
Si aún no has aceptado a Jesús en tu vida, es muy fácil. Basta con que acudas a Él ahora mismo y como un niño pequeño le pidas que te tienda la mano, entre en tu corazón y te ayude a hacer frente a las dificultades. A continuación reproducimos una breve oración que puedes rezar por tu cuenta o con tus hijos:

Jesús, te ruego que me perdones por las veces en que no trato a los demás con mucho amor ni mucha consideración. Perdóname los errores que he cometido y dame el don de la vida eterna. Quiero compartir mi vida contigo. Haz morada en mi corazón para que pueda ser más como Tú en todo lo que piense, diga y haga. Ayúdame a desempeñar lo mejor posible la misión que me has encomendado de cuidar y formar a mis hijos. Amén.

1 Mateo 22:37-40.
2 «Si alguno de ustedes no tiene sabiduría, pídasela a Dios. Él se la da a todos en abundancia y sin echárselo en cara» (Santiago 1:5, TLA).


Los autores
Derek y Michelle Brookes son escritores y pedagogos de amplia trayectoria. Tienen 28 años de casados y llevan ese mismo tiempo trabajando juntos en el ámbito profesional. Luego de varios años de ejercer la docencia, en las dos últimas décadas se han desempeñado como asesores y educadores cristianos. Su mayor ambición ha sido proporcionar a niños de todas las latitudes una educación de primerísima calidad. Esa vocación los ha llevado a recorrer casi todos los continentes ofreciendo asistencia práctica y estímulos a quienes tienen en sus manos el sano desarrollo de los niños.

lunes, 28 de febrero de 2011

Preescolares



Prefacio
Regalos de Dios
Cómo enseñar a niños de edad preescolar
Qué enseñar a los preescolares
Actividades que estimulan el desarrollo
Adquisición de las destrezas necesarias para la vida cotidiana
Desenvolvimiento social (interés y consideración por los demás)
Preparación para la escuela
El arte de corregir a los chiquitines - Reglas, razones y repercusiones
El Señor es tu ayudador
Lista de relatos de la Biblia
Versículos para que memoricen a los niños pequeñitos

Colección Soluciones para padres

Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él
(Proverbios 22:6).

¿Te gustaría canalizar la ilimitada energía y curiosidad de tu hijo de modo que lo pase bien y al mismo tiempo aprenda? Preescolares es una guía pedagógica con cantidad de consejos e ideas de actividades entretenidas y fáciles de realizar con las que tu pequeño terremoto se mantendrá ocupado por horas y horas. Y, lo que es más importante, te enseña a prepararlo para los desafíos y cambios a los que se enfrentará y a cimentar su fe, la cual le orientará y sostendrá el resto de su vida.
Prefacio

«La tarea de criar hijos no es nada fácil -nos dijo alguien con experiencia-. Se necesita la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la paciencia de Job, la percepción de Daniel, el valor, la determinación y las dotes de mando del rey David, la fe de Abraham y, por sobre todas las cosas, el amor de Dios».
La labor de los padres nunca ha sido fácil; pero en el acelerado, complejo y cambiante mundo de hoy es todavía más difícil. Sin embargo, la clave para educar bien a los niños sigue siendo la misma de siempre: el amor. El amor que tenemos por nuestros hijos, el que tienen ellos por nosotros y el que aprenderán a su vez a brindar a otras personas son facetas del milagoso amor divino. El amor es lo que los motivará a tomar buenas decisiones y elegir acertadamente en las encrucijadas de la vida. Es lo que los ayudará a salir adelante pese a los altibajos propios de la etapa de desarrollo, el antídoto frente a las influencias negativas a las que se verán expuestos a lo largo de la vida. El amor les dará una razón de vivir y motivos para hacerlo con entusiasmo.
Regalos de Dios

La Biblia dice: «He aquí, herencia del Señor son los hijos; y recompensa Suya el fruto del vientre»1.
Uno de los mayores regalos que Dios puede concederle a alguien es un niño, un alma eterna a quien amar y de quien recibir amor. Si Dios te ha dado un hijo, o varios, ¡felicitaciones! ¡Has recibido una gran bendición! A cambio, Él espera que los cuides, los formes, los eduques y les manifiestes Su amor. Quiere que les enseñes Su Palabra y Sus preceptos de amor a fin de que ellos también manifiesten Su amor a los demás. Es una ardua tarea; pero Él bendecirá todo el tiempo, la atención, la formación, el buen ejemplo y el afecto que les prodigues.
Una de las claves para disfrutar siendo padres es no dejar que pase un solo día sin darle gracias a Dios por el más preciado de los dones que nos ha concedido: los hijos.
Arcilla viva
Tomé arcilla en mis manos
y le di forma al azar.
Mis esfuerzos no fueron vanos:
se sometió a mi voluntad.

Volví al cabo de unos días.
La misma forma conservaba,
y cambiarla ya no podía
por mucho que presionara.

Tomé también arcilla viva
y con destreza y amor
fui modelando día a día
un tierno y dócil corazón.

Pasaron unos años más,
y se hizo hombre el niño aquel.
Mas nunca se podrá cambiar
la impronta que en él dejé.
Anónimo
Cómo enseñar a niños de edad preescolar
Top
Importancia del aprendizaje temprano
El segundo y el tercer año de la vida de un niño constituyen probablemente una de las etapas más difíciles para los padres y puericultores. El bebito ha crecido y tiene mayor capacidad para explorar el mundo que lo rodea. Como es natural, cuando un chiquillo alcanza ya los 3 ó 4 años su desarrollo motor está mucho más avanzado, pero también suele aceptar encantado toda la atención y enseñanza que se le dispense.
Huelga mencionar la importancia que tiene la educación temprana. Actualmente se ha llegado al consenso de que, para cuando un niño cumple cinco años, ya ha aprendido más de la mitad de lo que aprenderá en toda su vida. Por eso es fundamental empezar a enseñarles cosas pronto, así como enseñarles las cosas apropiadas en esos primeros años tan formativos.
Todos los días son importantes, porque el aprender cosas nuevas todos los días es la principal ocupación de los niños pequeños. Normalmente aprenden mucho más si cuentan con la guía de una persona mayor que si se los deja descifrar las cosas totalmente por su cuenta. Los aspectos principales en los que conviene concentrarse son el desarrollo motor, el del lenguaje y una gran variedad de destrezas de índole práctica.
No se trata de sobrecargar a los niños pequeños con tediosas sesiones a fin de prepararlos para cuando comiencen a ir a la escuela. Sin embargo, es sorprendente la base que se puede cimentar en esos primeros años. Nunca se debe obligarlos a aprender algo que no quieran aprender, pero en seguida se descubre que son muy pocas las cosas en las que no muestran interés. Por lo general se los ve de lo más felices y contentos cuando están aprendiendo algo. Es más, suelen ser tan entusiastas por aprender que agotan a sus tutores.

Conviene buscarse ayuda si es necesario
Un niñito es capaz de absorber todo el tiempo y la atención que uno le ofrezca. Si a los padres les resulta difícil satisfacer todas las necesidades pedagógicas de sus hijos pequeños, conviene que se consigan ayuda, no solo por su propio bien, sino también por el de los niños. Lo ideal es que la persona que los cuide no solo les enseñe cosas prácticas, sino que también refuerce la formación moral y espiritual que les dan los progenitores. Por muy ocupados que éstos estén, deben tomarse el tiempo necesario para establecer una comunicación sincera con el niñero o la niñera de sus hijos. Deben asegurarse de que sea una persona que entienda la necesidad de enseñar a los niños diligentemente y velar por su cuidado físico, y que sobre todo comparta su amor a Dios y tenga el deseo de inculcar ese amor a los niños.
Si alguien se ve obligado a dejar a su hijo al cuidado de otras personas durante el día, lo más recomendable no es ponerlo en una de esas guarderías en las que reina la confusión y se limitan a plantar a los niños frente al televisor o unos cuantos juguetes. Las personas de edad cuyos hijos ya han crecido y que todavía se mantienen activas están en muchos casos en mejores condiciones de prestarle atención al niño y enseñarle. Si se trata de un matrimonio, entre los dos probablemente tendrán paciencia para responder con el tino que les ha dado la experiencia a la multitud de preguntas que les haga el niño.
No debemos olvidarnos de rezar por los niñeros o maestros de nuestros hijos y pedirle al Señor que los ayude a desempeñar bien su labor. También debemos manifestarles sin falta nuestra estima y aprecio por la ayuda que nos prestan. Si los tratamos con amor y les brindamos apoyo, les facilitamos la tarea y hacemos que se sientan motivados a tratar a nuestros hijos y a los demás niños con más amor y desvelo.

Ayudarlos a pasarlo bien, ¡con dinamismo!
Para conseguir que un niño te preste atención tienes que meterte de lleno en lo que estés haciendo. Los mejores docentes son aquellos que hacen del aprendizaje una actividad entretenida. Lo que los chiquillos disfrutan aprendiendo es lo que aprenden mejor y más rápidamente. Un maestro eficaz es una persona que tiene muchas ideas y es capaz de infundirles a los niños deseos de aprender, que sabe convertir toda situación en una actividad didáctica tan placentera y agradable que los niños se mueren de ganas de aprender.
No todos somos así de dotados, pero hay mucho que podemos hacer. A los niños les gusta que los mantengan ocupados. Les encanta hacer cosas, pero a veces no se les ocurre qué hacer. De modo que continuamente hay que crear nuevas formas de canalizar sus energías hacia iniciativas productivas. Tiene que haber animación, entusiasmo, mucha acción, mucho movimiento y efectos de sonido. Hay que ilustrar patentemente lo que se les está enseñando y darle mucho sentido, ¡demostrarles que a uno le parece interesante! Cada uno lo puede llamar como quiera: inspiración, carisma, talento, personalidad o el Espíritu Santo de Dios. El hecho es que hay que tener esa chispa y comunicarles el entusiasmo a los niños. Pídele a Dios que te inspire, y Él lo hará.
En cierta oportunidad una profesora de un jardín infantil pidió a una madre de una familia particularmente numerosa y feliz que observara una de sus clases y le diera algún consejo.
Durante cincuenta minutos la mamá observó los esfuerzos de la profesora con su grupo de niños. Por fin sonó el timbre y la docente lanzó un suspiro de alivio.
Al preguntarle a la madre qué le había parecido la clase, ésta le respondió:
-¿Se te ha ocurrido pensar alguna vez que lo que tú haces es competir con el Espíritu Santo?
-Claro que no, jamás he pretendido tal cosa.
-Es que fíjate -le explicó la señora-. Dios ha dado a estos niños un período de concentración de unos cuatro o cinco minutos. Tú estabas todo el rato diciendo: «¡Quédense quietos! ¡No hablen!», pero al mismo tiempo Dios les decía: «¡Menéense!» Y ¿qué hacían los niños? ¡Siempre obedecían al Señor!
Ponerse en su lugar
Para entender a un niño, hay que ponerse en su lugar, pensar cómo nos sentiríamos si fuéramos él. Es beneficioso adoptar la costumbre de procurar ver las cosas con sus ojos y entenderlas con su mente, preguntarnos: «Si yo estuviera en su piel, ¿cómo me gustaría que me trataran en estas circunstancias? ¿Cómo me sentiría yo si tuviera cuatro años y los mayores se estuvieran riendo de mí?» A veces algo que a nosotros nos parece simpático o gracioso, al niño le resulta muy humillante o embarazoso. Casi todos sabemos lo que es sentirnos abochornados u ofendidos por lo que dice otra persona. El darnos cuenta de que esas situaciones desagradables pueden ser aun más traumáticas y dolorosas para un niño pequeño carente de experiencia debe motivarnos a hacer todo lo posible por evitar tales incidentes.
Procuremos ver el mundo desde la perspectiva de nuestros pequeños. Naturalmente, la mejor forma de lograrlo es pedirle al Señor que nos haga ver las cosas desde el punto de vista del niño. Dios conoce a nuestros hijos al revés y al derecho. Sabe exactamente lo que sienten y lo que pasa en su interior y, si se lo pedimos, nos lo comunicará.
En el caso de los niños pequeños, a veces conviene situarnos físicamente a su altura cuando les hablamos. Podemos ponernos de cuclillas, arrodillarnos o sentarnos en el suelo a su lado. Si nos ubicamos a la altura de sus ojos, a ellos ya no les parecemos tan distantes. El hecho de ver el mundo desde la perspectiva de los chiquitines también nos ayuda a entender por qué a veces se sienten intimidados cuando los demás son mucho más altos y la mayor parte de la acción ocurre fuera de su alcance. Para ellos unos estantes altos bien son algo así como cornisas en una pared rocosa; los adultos, titanes de doble altura que llenan sus casas de muebles igualmente gigantescos e instalaciones que les resultan completamente inaccesibles. Una casa desconocida puede darle a un niño la impresión de encontrarse en tierra de colosos. Es buena idea procurar que la mayor parte posible de las pertenencias de nuestros chiquitines estén a su alcance. Tal vez no podamos tener una habitación y muebles a escala infantil, pero al menos proporcionémosles banquetas (o cajas firmes) a las que puedan subirse para llegar al lavabo o a otros accesorios.

Tomar conciencia de que su experiencia es limitada
Aun los incidentes de poca monta a menudo se ven exageradamente grandes desde el punto de vista de un niño. La experiencia contribuye a poner las cosas en perspectiva. Todos hemos aprendido por experiencia que no vale la pena alterarse por ciertas cosas. Sabemos que cuando nos hacemos un raspón, enseguida dejará de sangrar y de doler; que el pesar que nos causa una decepción o el haber perdido algo importante pasa relativamente pronto, y en su lugar descubriremos nuevas alegrías; que el mal tiempo no dura para siempre.
Pero los niños pequeños no tienen esa confianza en que los problemas generalmente se solucionan. No cuentan con ese marco de referencia porque aún no han acumulado suficientes experiencias en la vida. Necesitan que los tranquilicemos. Necesitan que les expliquemos las cosas y los consolemos.
El hecho de comprender esta sencilla carencia que tienen los niños nos ayuda a tener más paciencia y compasión; será menos probable, por ejemplo, que le hablemos con brusquedad al pequeño cada vez que llore porque salimos sin él, o porque se le rompió la galleta, o alguien le derrumbó la torre de bloques.
Los niños pequeños viven en el presente. Para ellos todo sucede ahora. El presente es lo único que les importa. A medida que crecen van entendiendo el concepto del tiempo y de palabras como «mañana», «después», «más tarde», etc. A base de tiempo y experiencia, y a veces de sufrimiento, aprenden a superar las decepciones, muchas de ellas provocadas por cuestiones cotidianas que a nosotros nos parecen nimias. En ocasiones el proceso resulta doloroso para los padres también. Nos duele ver a nuestros hijos tristes, inseguros o desilusionados cuando no se cumplen sus expectativas. De todos modos se puede acelerar el proceso de cicatrización mostrándose comprensivos y rezando con ellos. Es igualmente importante animarlos y recompensarlos cuando manifiestan fe y confianza en que las cosas se van a resolver.
Cuando sabemos que algo le va a resultar difícil de aceptar a un niño, conviene prepararlo un poco de antemano para que no le tome por sorpresa. Muchas veces se pueden prever las crisis y procurar evitarlas: «Pronto mamá tendrá que apagar el video porque ya casi es la hora de la siesta. Puedes verlo un ratito más, y luego tendremos que apagarlo».

Cumplir nuestra palabra refuerza su confianza en nosotros
Los niños pequeños son por naturaleza confiados, de modo que es muy importante cumplir lo que se les dice. No debemos hacerles promesas que no vayamos a poder cumplir. Si luego se produce una alteración en los planes por causa de fuerza mayor, hay que darles una buena explicación y, más tarde, compensarlos, si es posible.
«La esperanza que se demora es tormento del corazón; pero árbol de vida es el deseo cumplido»1.
Como más enseñas es con tu ejemplo
Por mucho que los padres hablen,
sólo enseñan con lo que hacen.
Los niños son imitadores natos. La mayoría de las cosas las aprenden así: por imitación. Casi nunca se olvidan de lo que ven. Se dejan llevar más por lo que ven que por lo que escuchan. Prestan más atención a nuestras acciones y actitudes que a nuestras palabras. Nuestros hijos son un reflejo de nosotros. Nuestra actitud y ejemplo de fe son el modelo que ellos siguen, y sus actos y reacciones dependen en gran medida de los nuestros.
Muy pocas personas tendrán mayor impacto en la vida de nuestros hijos que nosotros mismos. Sin embargo, el ejemplo de otros puede ejercer una gran influencia. Ver televisión puede tener un marcado efecto en los niños. En la actualidad la TV es la nana más práctica y económica, la más socorrida, pero eso no quiere decir ni mucho menos que sea la más confiable e idónea. Muchos de los malos hábitos y actitudes poco sanas que preocupan a los padres de hoy son el resultado de que los pequeños imitan los ejemplos negativos que ven en televisión. Conviene restringir la influencia televisiva y prestar atención a lo que los niños ven y a lo que nosotros mismos vemos en presencia de ellos, ciñéndonos a los programas que conocemos y que no son perjudiciales para ellos. Esto requiere cierto esfuerzo y una inversión de tiempo por nuestra parte, pero a la larga, el no hacerlo nos obligará a dedicar más tiempo todavía a corregir las malas actitudes que adopten. Lo que los niños ven por televisión y los malos ejemplos que ven en la gente que los rodea -sobre todo en niños de su propia edad o en niños mayores a quienes admiran- son capaces de echar por tierra todos los buenos hábitos y conductas que tanto trabajo ha llevado inculcarles. Hay que estar alerta.
El pequeño imitador
Hay ojitos que se fijan,
de día y de noche en ti
y oídos siempre pendientes
de lo que puedas decir.
Hay dos manitas que quieren
copiarte con prontitud.
Hay un niñito que sueña
con hacerse como tú.

El chiquillo te idolatra.
Para él, nadie sabe más.
Sobre ti, nunca sospechas
se le ocurre albergar.
Cree en ti devotamente.
Siempre observa tu actitud.
Lo hará todo a tu manera
cuando se haga como tú.

En su cabecita piensa
que en todo tienes razón.
Está atento a tus palabras,
te mira con atención.
Le das ejemplo a diario
de algún vicio o virtud
a ese muchacho que espera
ser de mayor como tú.
- Leslie Hale
*
«Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros»1.

Los elogios
A los niños les sientan de maravilla los elogios. Es mucho más importante alabar a un pequeño por su buen comportamiento que regañarlo cuando se porta mal. Hay que procurar hace hincapié en lo positivo. Elogiar a los niños por sus buenas cualidades es la mejor forma de conseguir que se esfuercen por portarse bien. Cuando les expresamos qué nos agrada de su comportamiento, hacen casi cualquier cosa con tal de seguir complaciéndonos. Además, los elogios sinceros y específicos contribuyen a elevar su autoestima, que es crucial para que se desarrollen felices y equilibrados.
Cada niño necesita saber que tiene algo de especial para sus padres, que es único en algún sentido.
En realidad, todos necesitamos sentirnos muy queridos por alguien. Ése es el motivo por el que la gente se casa y por el que tenemos amigos íntimos: porque a todos nos gusta sentirnos queridos y apreciados. Los niños también necesitan sentir esa estima especial por parte de alguien. Igual que los demás, necesitan saber que son importantes, que son amados y admirados por alguien.
Hay veces en que tenemos que manifestarle a cada niño que es especial; no siempre se debe hacer exactamente lo mismo con todos. Aunque tengas varios hijos, puedes tratar a cada uno con cierta singularidad. A cada uno puedes proporcionarle algo particular. ¡Cada uno de ellos debe sentir que de algún modo es especial para ti!
María David
*
A un niña le preguntaron cuál de los tres niños de su familia era el preferido de su madre. Su respuesta fue la siguiente: «Mamá quiere mucho a Jaime porque es el mayor. Y quiere mucho a Jorge porque es el más chico. Y me quiere mucho a mí porque soy la única niña». Estaba completamente en lo cierto.
En realidad, así es como nos quiere nuestro Padre celestial. Él ve algo especial y único en cada uno de nosotros, que lo motiva a amarnos y valorarnos de un modo singular, como nunca ha amado a nadie.
Anónimo
Qué enseñar a los preescolares

Actividades que estimulan el desarrollo
EXPERIMENTACIÓN CON LOS SENTIDOS
* Las actividades relacionadas con el agua suelen ser muy divertidas para los niños pequeños, ¡aunque hay que estar preparado para mojarse! Después de comer les gusta lavar sus platos. (Para ello puedes colocar al chiquitín a tu lado sobre una silla firme, junto a la pila; ¡pero no lo dejes solo!) Limpiar ventanas o lavar el auto juntos también puede ser muy entretenido. Otra posibilidad es regar las plantas.
* Se le puede ayudar a experimentar con el sentido del gusto, preparando una bandeja con alimentos variados que pueda probar y conversando sobre la diversidad de sabores.
* Los juegos que tienen que ver con el sentido del oído son muy entretenidos y pueden jugarse en casi cualquier momento y lugar. Se puede enseñar al niño a hacer silencio un rato para escuchar los sonidos que se producen a su alrededor y tratar de identificarlos. Otra idea: Sentarlo de espaldas a uno y hacer algo que produzca un sonido particular. Se le pide que preste atención y adivine -por el sonido- lo que está pasando. Pronto querrá hacer algo él mismo para que el adulto adivine de qué se trata. ¡Es entretenido! Se puede jugar a los sonidos en los paseos; es sólo cuestión de ayudarle a identificar todos los sonidos que se oigan.
* Juego de los susurros: Si hay más de un niño de edad preescolar, el adulto se coloca de espaldas a ellos y pronuncia el nombre de uno de ellos en susurros, junto con una instrucción de algo que quiere que haga si logra oírlo. Otra idea: De un niño a otro se van pasando en susurros unas instrucciones que el último de la cadena debe llevar a cabo. Esta actividad les enseña a escuchar atentamente y a recordar lo que les dijeron. (Si en esto se descubre que uno de los niños no oye bien, tal vez convenga que lo vea un especialista. Lamentablemente, a veces sucede que se diagnostica mal a un niño que tiene problemas auditivos y se atribuye el origen de sus problemas a una deficiencia mental, cuando en realidad se trata simplemente de que no oye bien.)
* Tras colocar en una bolsa no transparente objetos domésticos que no entrañen peligro, se invita al niño a meter la mano en la bolsa e identificar los artículos uno por uno antes de ir sacándolos. Se le enseña el nombre de cada artículo y para qué sirve, o bien a describirlo en términos de tamaño, peso, color, uso, material del que está hecho, etc.
* Juego: Copiar las voces de los animales e imitar sus movimientos.
* Un buen ejercicio para mejorar sus aptitudes auditivas consiste en poner diversos materiales (sal, porotos, canicas, arroz, etc.) en pequeños recipientes opacos (como por ejemplo, tubos de película fotográfica). Pídele que sacuda el recipiente y adivine qué contiene, o que paree los recipientes que hacen el mismo sonido, o que los ponga en orden según si hacen más o menos ruido. (Asegúrate de que los recipientes estén bien cerrados o sellados para que no se salga su contenido mientras juega con ellos o los menea.)
* Dale al niño amplias oportunidades de aplicar el oído para descubrir determinado sonido. ¿Es capaz de identificar ciertos sonidos, palabras, etc.?
* Otra buena idea es hacer unas pruebas sencillas con la vista. (Cúbrele un ojo y pídele que lea una letra o palabra, o que identifique un dibujo o indique en qué dirección se mueve un objeto.) Ten en cuenta que algunas personas son daltónicas, y unas en mayor medida que otras. Si tienes cualquier duda acerca de la vista de tu hijo, consulta con un oftalmólogo. Las deficiencias visuales pueden afectar muchos aspectos de su desarrollo, mientras que normalmente son bastante fáciles de corregir.
* Muchos ejercicios consisten en establecer o comparar la forma y el tamaño de los objetos. Dale al niño una tarjeta con la imagen de un círculo y pídele que en un montón de tarjetas con diversas figuras geométricas, encuentre otra con un círculo. Más adelante puede encontrar la tarjeta que tiene un círculo del mismo tamaño entre varias con círculos de mayor y menor diámetro. Un ejercicio de este tipo le exige pensar y observar cuidadosamente. En las tiendas de juguetes venden juguetes de plástico y de madera que enseñan esas importantes aptitudes perceptivas; entre ellos: vasitos apilables que encajan unos dentro de otros, juegos de anillos de diversos tamaños que se colocan sobre un eje, caja con huecos de diversas formas por los que se meten las figuras, etc. También puedes confeccionar tus propios materiales con cartón o lo que encuentres a mano.
* Inventa juegos a partir de actividades cotidianas. Por ejemplo: Puedes hacer un paquetito con su refrigerio, esconderlo y decirle: «A ver si encuentras tu bolsita de la merienda». Ve dándole pistas de dónde puede encontrarlo. A los niños pequeños les encantan las búsquedas de tesoros y los misterios, ¡y las sorpresas comestibles!
* El juego de «Veo, veo» es uno de los favoritos de los niños pequeñitos y es una forma excelente de enseñarles toda suerte de aptitudes que tienen que ver con la discriminación y clasificación visual y auditiva de objetos. Por ejemplo, pide al niño que busque todos los objetos de una habitación cuyo nombre empiece con cierto sonido, que sean de cierto color o tengan determinada forma: «Veo, veo […] una cosita en esta habitación que es azul y cuadrada».

VER Y PALPAR PARA COMPRENDER
Los juguetes que más tardan en aburrir a los niños suelen ser los más sencillos, los que les permiten ejercer dominio sobre la situación, realizar actividades y desarrollar su creatividad. Algunos juguetes costosos o de alta tecnología pronto son descartados, apenas dejan de ser novedad o de ofrecer al niño algo más que aprender. Una vez que ya no queda nada nuevo que hacer con cierto juguete o que el juguete ya hizo todo lo que es capaz de hacer, el niño vuelve a la sencillez de los juguetes con los que puede hacer cualquier cosa: cajas de arena con baldes y palitas; autitos de juguete; crayones y papel; muñecas y juegos de té; agua y recipientes con los que verterla; canicas; bloques y pelotas.
Los niños hacen muchos descubrimientos básicos y desarrollan numerosas aptitudes esenciales de forma espontánea, por medio de sus juegos y las actividades cotidianas más comunes. Es importante dar a los niños ocasión de ver, palpar y probar muchas cosas. Un ejemplo: A los niños pequeños les gusta hacer comparaciones y descubrir diferencias y parecidos entre las cosas. A algunos adultos les cuesta entender o incluso creer que un niño pequeño no siempre es capaz de comprender o apreciar las relaciones de proporción entre los objetos simplemente con mirarlos. Conviene dejar que los niños palpen las cosas lo más posible además de verlas, ya que así captan mejor el concepto de tamaño y entienden -por ejemplo- por qué un objeto grande no cabe dentro de un recipiente más pequeño. Piénsese no más en lo difícil que puede resultarle a una persona que no está familiarizada con las herramientas dar con la llave apropiada para determinado perno o tuerca. Y eso que todos los adultos contamos con años de experiencia, de observación y de tanteos.
Todo objeto presenta diversas características: puede ser liso o áspero, grande o pequeño, largo o corto, frío o caliente, ruidoso o silencioso, de bordes curvos o rectos, blanco o negro o de algún color, etc. Enseñemos al niño a apreciar y describir esas diferencias. Para ayudar a un niño pequeño a entender algo, es beneficioso proporcionarle muchas experiencias y ejemplos. Por ejemplo, si se desea que el niño capte el concepto de lo que es grande, se pueden hacer muchas comparaciones a lo largo del día: compara su camita con una grande, un plato llano con uno de postre, una cuchara con un cucharón, un autito de juguete con uno de verdad, etc.
María Montessori (1870-1952), educadora de renombre por sus avances en materia de educación preescolar, propuso presentar a los niños objetos y materiales que exhibieran claramente alguna cualidad física y permitirles compararlos con otros de características generales similares aunque con algunas diferencias. Sostenía que para facilitar el óptimo desarrollo intelectual del niño, éste necesita un cimiento de experiencias físicas que den a sus sentidos ocasión de ejercitarse evaluando diversos objetos y experiencias. A medida que el niño progresa a lo largo de una serie de actividades guiadas, se le enseñan las palabras y expresiones apropiadas para describir esos objetos y experiencias. Algunos de los materiales didácticos que diseñó son:
* Regletas, bloques y cilindros de madera de diverso tamaño, color y peso para enseñarles a hacer comparaciones y operaciones matemáticas elementales.
* Juegos de tablillas pintadas para enseñarles los nombres de los colores.
* Frascos pequeños con diferentes fragancias.
* Telas y superficies de variadas texturas a fin de enseñarles a distinguirlas e identificarlas por medio del tacto (concepto de liso y áspero, por ejemplo).
* Objetos que parecen iguales pero son de diferente peso.
* Cilindros opacos, idénticos, con diverso contenido, que suenen diferente al sacudirlos (también pueden hacerse dos de cada, a fin de emparejar los que producen el mismo sonido).
* Piezas de madera de diverso tamaño, estilo rompecabezas armables, que los niños pueden aprender a colocar de vuelta en su lugar.
* Rompecabezas con tiradorcitos, que estimulan el desarrollo de la motricidad fina.
No es necesario poseer materiales sofisticados. Simplemente los mencionamos a fin de exponer los principios didácticos que conviene tener en cuenta cuando uno se topa con piedras de diverso tamaño, hojas de diferente color, telas de diferente textura, muestrarios de colores, etc. Así los aprovecha para aportar al niño experiencias que le permitan descubrir muy diversas cualidades y contrastes en los objetos que los rodean.

ACTIVIDADES QUE FOMENTAN LA COORDINACIÓN MUSCULAR
Todo niño necesita desarrollar la coordinación necesaria para caminar, correr y mantener el equilibrio. Pero no sólo eso: también está la motricidad fina, que le posibilitará escribir, moverse con soltura y emplear las manos y otras partes del cuerpo en funciones específicas.
* Es importante inculcarles a los niños la costumbre de hacer ejercicio. Conviene hacerlos correr, saltar, gatear, rodar, brincar a la pata coja, lanzar y agarrar pelotas, esquivarlas, etc.
* Los movimientos más específicos se llegan a dominar con la práctica. Para que aprenda a mantener el equilibrio, se puede hacer que el niño camine sobre una pequeña tabla de madera o una línea dibujada en el piso con tiza o hecha con cinta adhesiva. Hasta podría llevar algo en las manos al mismo tiempo. Se le puede hacer practicar el verter agua (inicialmente se puede hacer con porotos, para evitar que el agua se derrame): desde una jarra a una taza, desde una taza a otra, transferir el agua con una cuchara, verterla en un embudo, etc. A medida que mejore se puede incrementar el peso o la cantidad de agua o de granos con que vaya a trabajar.
* La coordinación entre la vista y las manos es una parte integral de la educación inicial. Sin ella, un niño tendrá dificultades en muchos campos. Los juguetes de construcción que le exigen esa coordinación son ideales. Hay muchas actividades y juegos que un niño puede hacer para desarrollar la motricidad fina. Por ejemplo, poner de punta fichas de dominó una junto a otra (si se tira una se caen todas); juguetes en los que haya que conducir una canica a lo largo de cierta trayectoria evitando que caiga en algún hueco, o bien conseguir que varias canicas entren en un conjunto de huecos. Recomendamos buscar ejercicios que supongan un reto en ese sentido y animar a los niños a ejercitar su coordinación. (Advertencia: ¡Las canicas pueden ser muy peligrosas! Si un niño se traga una se puede asfixiar, pues a veces resulta muy difícil sacársela de la garganta. Antes de darle canicas a un niño hay que estar seguro de que ya dejó atrás la etapa en que se metía todo en la boca.)
* Se puede preparar al niño para aprender a escribir dándole muchos ejercicios para los dedos pulgar, índice y medio de la mano derecha (o izquierda): animándole a agarrar objetos pequeños con esos dedos, haciéndole sostener crayones y otros objetos con forma de lápiz como si se dispusiera a escribir. Los rompecabezas y juguetes con tiradorcitos pequeños son buenos también para esto.
* Es muy fácil confeccionar bolsitas con calcetines viejos o retazos de tela. Se rellenan de frijoles, arroz, lentejas o palomitas de maíz, y luego se termina de cerrar la última costura. El niño puede arrojarlas dentro de un balde o papelero. También se le puede enseñar a equilibrar las bolsitas de lentejas sobre la cabeza mientras camina. Además se pueden usar para que practique atraparlas cuando se le arrojan.
* Algo que fomenta mucho la buena coordinación entre la vista y las manos en los niños muy pequeños es hacer rodar pelotas en dirección a ellos. Basta con conseguirse un juego de tres o cuatro pelotas de goma de diferentes colores que se puedan usar para jugar dentro de la casa. Se pueden inventar y adaptar toda clase de juegos que interesarán a los chiquitines: bowling con botellas plásticas (hay que colocarlas en triángulo, como los bolos); hacer rodar las pelotas por un plano inclinado para derribar un objeto que se haya colocado en el camino; arrojar todas las pelotas a una bañera y adivinar cuál de ellas será la primera en detenerse en el desagüe (hay que asegurarse primero de que las pelotas son más grandes que el desagüe); juegos sencillos de canicas; hacerlas rodar de una mesa tratando de que caigan dentro de vasos, bandejas de huevos, etc.
* El congelado es un juego muy divertido para jugar con niños pequeños: Todos bailan mientras se oye la música. Cuando esta se detiene todos deben quedarse congelados, evitando todo movimiento.
* Es bueno practicar con los hijos juegos que entrañen mucho movimiento, toma de decisiones y observación: brincar al ritmo de una canción, imitar al líder, atrapar la pelota, las escondidas, la mancha, etc.
Adquisición de las destrezas necesarias para la vida cotidiana
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La vida entraña aprender miles de cosas -desde verter agua hasta apagar las luces cuando ya no las necesitamos-, y los niños de 2 y 3 años están en una edad ideal para empezar a hacerlo. El hogar ofrece incontables oportunidades a los niños pequeños en ese sentido. Con solo detenerse un minuto para enseñarle cómo funciona algo y después dejar que lo intente él, se puede hacer de cada cuarto y de cada objeto de cada cuarto una actividad didáctica. Cuando los niños escuchan explicaciones, intentan hacer cosas nuevas y aprenden a usar algo por primera vez se desarrollan física e intelectualmente.

EL CUIDADO DE LAS COSAS
Es muy importante aprender a cuidar bien de las pertenencias personales y del entorno. Se debe tener un sitio donde poner los juguetes después de usarlos, donde guardar la ropa cuando el niño se la quita, etc. Conviene ayudar al niño a habituarse a recoger sus cosas cuando termina con ellas; a colgar su chaqueta, a doblar y guardar sus pijamas en la mañana, etc. Haz que lo disfrute prodigándole abundantes elogios cuando haga bien la tarea.
Un entorno ordenado hace que el niño se sienta más seguro y le ayuda a empezar desde muy pequeño a adquirir buenos hábitos. El entorno en que vive lo afecta directamente (y también a sus padres), así que hay que procurar mantenerlo limpio, luminoso y alegre. Si se le hace participar en la labor de mantenerlo así -empezando por quehaceres muy sencillos- se le enseña a ser responsable. Al mismo tiempo desarrolla nuevas destrezas, mejora su coordinación y aprende a tener consideración por los demás.
Normalmente a los niños pequeños les encanta colaborar en la casa. Son capaces de asistir en pequeños quehaceres que les proporcionan experiencias de aprendizaje. Desde los dos años se les puede enseñar el arte de mover las cosas en forma segura y silenciosa (su mesita y sillitas, por ejemplo). Mientras se cuelga la ropa se le puede enseñar a contar a medida que él te va pasando las pinzas. Que ayude a su papá a lavar el auto. Mientras preparan juntos la ensalada se le puede ir hablando de los alimentos, las vitaminas y la importancia de la higiene.
Los quehaceres domésticos pueden resultar actividades didácticas muy divertidas para los niños pequeños: vaciar los papeleros, limpiar, ordenar, barrer, lustrar, desempolvar, doblar la ropa, poner la mesa y hacer las camas. A la hora de hacer el aseo de su cuarto, el niño puede pasar el trapo a la estantería de los juguetes y lavar los juguetes de plástico. Si se colocan unos ganchos y estantes a su altura para que pueda tomar y dejar solito su toalla, su guante de baño, su cepillo de dientes y su ropa es probable que, de ser un nene dependiente y quejica, ¡se transforme en una personita satisfecha y servicial!
Se les puede enseñar a realizar cada tarea concienzudamente, bien y hasta el final. Para los niños de dos años y medio a cuatro años de edad, estudiar todos los detalles relativos a doblar la ropa o quitar el polvo puede resultar muy interesante, hasta fascinante. Le llevará tiempo aprender a hacerlo solo. No se puede pedir que sus primeros intentos sean muy eficientes. Sin embargo, a los niños les encanta imitar la forma correcta de hacer las cosas si se les indica detenidamente cuál es.

HERRAMIENTAS Y UTENSILIOS
Es importante que el niño aprenda a usar adecuadamente herramientas sencillas y utensilios. El empleo de los cubiertos, por ejemplo, es uno de los primeros. Las actividades cotidianas como clasificar objetos, llevar una bandeja cargada y guardar la comida que se acaba de comprar, o la que sobré del almuerzo, son muy buenos ejercicios que lo preparan para el aprendizaje de la escritura e incluso la lectura.
Para emplear correctamente muchos implementos y utensilios del hogar el niño debe practicar hasta adquirir habilidad. Por ejemplo para tomar trozos de pan con las tenacillas; verter agua en un vaso hasta cierto nivel; emplear un gotero; medir ingredientes; servir una cantidad determinada de cucharadas; usar unas pinzas; untar pan con mantequilla; desenroscar una tuerca; abrir diferentes cerraduras, puertas y cajones; abrir y cerrar diversos recipientes. (Se debe aprovechar para explicarle qué líquidos y recipientes son peligrosos y no se deben tocar, además de mantenerlos fuera de su alcance. Aprovechemos todas las ocasiones que podamos para enseñarle medidas de seguridad.)
Observando detenidamente la habitación del niño y el entorno donde vive se descubren cientos de actividades con las que podrá practicar sus destrezas, así como detalles de seguridad y prevención que enseñarle.

LA VIDA CON OJOS DE NIÑO
Recuerda que por lo general los niños hacen las cosas por diferentes motivos que los mayores. No suelen pensar tanto en el propósito de una actividad, sino que hacen las cosas porque disfrutan haciéndolas. La actividad en sí suele ser motivo suficiente para hacer algo. Terminar lo que empezaron no es tan importante para ellos. A veces los mayores nos impacientamos con los niños por la lentitud con que hacen las cosas. No vemos por qué simplemente no se apuran y terminan de una vez. Es posible que un niño tenga una buena capacidad de concentración para su edad, pero tal vez no se esté concentrando en lo mismo que tú. Puede que a ti te interese que termine porque tienen que pasar a otra cosa, pero a lo mejor a él no le interesa terminar rápidamente una actividad que le resulta entretenida o poner fin a un momento agradable sólo para empezar otra cosa. Si es necesario darse prisa, tenemos que tomarnos la molestia de explicarle por qué y en qué se beneficiará él.
No conviene andar metiéndole prisa todo el día ni impedirle que absorba las experiencias y disfrute de las actividades que realiza, sino más bien darle tiempo para aprender, observar, explorar y experimentar. Al salir de paseo con él para observar la naturaleza no hay que apurarlo. Puede que tanto él como tú se pierdan algo importante. ¡Ojalá disfruten plenamente la creación divina: las vistas y sonidos, las criaturas pequeñas y grandes, el viento, el sol y la lluvia! Viene bien hacer memoria y evocar las experiencias que tuvimos de niños que se nos quedaron grabadas en la memoria: chapotear descalzos en los charcos, imaginar que las hojas arrastradas por la corriente de un arroyo eran barcos en un río caudaloso… Demos a los niños tiempo y oportunidades para aprender del más fabuloso de todos los maestros: el Creador y Su creación.

ASEO PERSONAL / AUTOSUFICIENCIA
Cuanto más se le enseñe a un niño a cuidar de sus cosas y ser independiente, más tiempo tendrán los padres para realizar otro tipo de actividades con él. Por otra parte, hay que tener en cuenta que mientras los pequeños estén aprendiendo, a nosotros nos parecerá que cada tarea -como la de vestirse- les toma una eternidad. Y es fácil impacientarse cuando se están preparando para salir, por ejemplo. (Naturalmente, habrá ocasiones en que habrá que hacerlo por ellos, ¡pero por lo general no les hace gracia!)
Para que aprenden lo que deben hacer para cuidar y proteger sus cuerpecitos necesitan instrucción y práctica. Hay que explicarles y repetirles muchas veces los principios y pautas de salud, higiene y seguridad: el aseo personal; el cuidado de los dientes, el cabello y la ropa; la limpieza de los oídos (para lo cual no deben usar bastoncillos, sino una toallita y el dedo); el uso del inodoro y lavarse las manos cada vez; el abrochamiento de botones, hebillas, cierres de presión y cremalleras; peinarse y trenzarse el pelo; lustrarse los zapatos; vestirse; comer con buenos modales; cruzar la calle en forma segura, etc.
Aprender a atarse los cordones de los zapatos suele ser un logro mayúsculo. Se puede usar un zapato de cartón para que practique. Primero se dibuja el contorno de un zapato con cordones en un trozo de cartón. Luego se dibujan los detalles del diseño marcando claramente los ojales por donde pasan los cordones. Se agujerea el cartón en esos puntos, se pasa un cordón por ahí, y ya está listo.
Desenvolvimiento social (interés y consideración por los demás)
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Son muchas las destrezas sociales que puede adquirir un niño pequeño. Al permitirle incorporarlas a su conducta canalizamos parte de sus energías en algo positivo. Además hace que se sienta útil y una parte integral de la familia o de una iniciativa determinada emprendida por ésta.
Desde temprana edad se debe enseñar a los niños a ser considerados con los demás. Conviene, por ejemplo, que aprendan a respetar los cuartos privados, a pedir las cosas por favor, a dar las gracias, a decir «perdón» cuando tienen que interrumpir una conversación, a saludar a la gente y a guardar su lugar cuando están en presencia de otras personas que están conversando.
Otra cosa que pueden aprender a hacer por los demás es poner la mesa debidamente, así como preparar y servir ciertas comidas y bebidas (jugos, leche, sandwiches, etc.). Conviene que usen jarras, platos y vasos irrompibles. Les encanta tomar el té con todo el servicio, para lo cual se puede servir agua, leche, jugo o infusiones de yerbas en lugar de té cafeinado.
Si uno se quiere aventurar a preparar alguna comida sencilla con niños pequeños, hay que recordar que no se les debe quitar la vista de encima en la cocina. Pueden ayudar a dar forma de bolita a galletas que no necesiten cocción (hechas con mantequilla de maní, avena, leche en polvo o cosas así), a cortar o mezclar la fruta para una macedonia, a colocar rebanadas de pan en una bandeja para preparar sandwiches, a mezclar los ingredientes para hacer una torta o panqueques. (La parte del fuego es demasiado peligrosa para esta edad.)
Es bueno alentar a los niños a tener gestos de consideración con los demás. Se les puede ayudar a preparar una sorpresa para alguien a quien quieren o que necesita una muestra de cariño o un detalle. A los niños les encanta tener gestos bondadosos porque es muy gratificante. La amabilidad y la consideración se aprenden mayormente viendo un buen ejemplo, y cuando la gente espera de uno que manifieste esas cualidades y le estimula en ese sentido. Los niños aprenden enseguida a ser serviciales, a ordenar el cuarto cuando mamá se siente cansada, a traerle a papá sus pantuflas, etc. Cuando sean amables y considerados con otras personas conviene recompensarlos con una gran muestra de afecto, prodigarles elogios y darles las gracias por el bien que han hecho. Eso refuerza el buen comportamiento y fomenta la adquisición de buenos modales.
Preparación para la escuela

A continuación ofrecemos algunas ideas de lo que se puede hacer para canalizar parte de las ilimitadas energías y aptitudes de los niños chicos hacia actividades provechosas y didácticas.

Importancia de los libros
Los libros contribuyen a ampliar el vocabulario del niño y lo introducen en nuevos mundos de experiencias acerca de personas, lugares y cosas que se extienden más allá de su ámbito cotidiano. Inicialmente los chiquitines se interesan más por imágenes de objetos que les son familiares.
Cuando se está con niños pequeños y bebés es importante tener en cuenta la orientación de izquierda a derecha del español impreso (y también de las demás lenguas occidentales). Cuando un niño observa un libro, no lo hace automáticamente de izquierda a derecha. Se trata de algo que hay que enseñarle. A fin de facilitarle la lectura más adelante, conviene enseñarle al niño a dar vuelta las páginas en sentido correcto y, cuando se le lee, señalarle que se está leyendo las palabras en orden, de izquierda a derecha. También se le pueden indicar los puntos al final de las oraciones y explicarle: «Este puntito significa que aquí termina la oración. Entonces, cuando veo un puntito de ésos, hago una pausa. Repasa toda la página empezando por la línea de arriba y de izquierda a derecha, como hago yo cuando te leo, y señálame todos los puntos». (Si es necesario, se le puede tomar el dedito y guiarlo por las líneas, deteniéndose en cada punto.)
Un niño pequeño es capaz de aprender a manipular un libro correctamente. Si uno siempre trata los libros de la misma manera cuando le lee a un niño, al poco tiempo él la imitará. Hay que enseñarle a respetar los libros y no permitirle que arranque páginas ni los deje tirados en el piso. (Si un libro se rompe o rasga sin querer, lo ideal es repararlo junto con el niño.) Hasta a los niños muy pequeños se les puede enseñar a guardar sus libros de vuelta en la estantería. Cultivar buenos hábitos en un niño pequeño requiere tiempo y esfuerzo, pero en poco tiempo disfrutará del sentido de la disciplina y de las ventajas de vivir en un ambiente de orden.
Cuando se le relata una historia o un suceso a un niño pequeño, conviene hacerlo en el orden temporal en que se produjeron los acontecimientos. Para él puede resultar todo un desafío comprender y seguir una secuencia de hechos. Se puede contribuir a desarrollar esa aptitud relatándole narraciones breves (de la historia sagrada, por ejemplo) y luego pidiéndole a él que las cuente. Es útil contar con un libro ilustrado que muestre claramente la secuencia de los acontecimientos. Incluso un juego de dibujos o esquemas sencillos de los sucesos sirve de mucho; sólo hay que pedirle que ponga las imágenes de la historia en el orden en que se la contaste.

Preparación para la lectura y la escritura
Prepara tarjetas con las palabras nuevas que esté incorporando a su vocabulario o las que más le gusten -con letra minúscula bien clara, trazos grandes y gruesos- y pégalas o cuélgalas en el rincón donde habitualmente juega. Por ejemplo, pon los nombres de sus juguetes favoritos. Eso lo estimula a empezar a leer. Si se pegan tarjetas así a fotos interesantes recortadas de revistas, se le pueden enseñar en momentos en que esté tranquilito, o se le pueden fijar a las paredes de su dormitorio o sala de juegos.
El empleo de juegos y juguetes didácticos que le den ocasión de practicar la lectura y el conteo, así como también otras destrezas, puede resultar muy beneficioso.
Otra idea es ayudar al niño a confeccionar un álbum de recortes pegando en un cuaderno sus mejores dibujos, fotos y recortes de cosas que le gustan. A cada cosa se le puede poner un pie de foto, para que vaya practicando la lectura. Le encantará crear un libro propio.
A los niños pequeños les encanta escribir cartas a todo tipo de gente, tanto real como inventada (a una niñita hasta se le ocurrió escribirles a sus hijitos imaginarios). Se les puede animar a que nos dicten una carta mientras nosotros la vamos escribiendo palabra por palabra. Luego se les dice que lleven la carta a otra persona y le pidan que se la lea. Esta actividad refuerza enormemente la conexión entre el lenguaje escrito y el lenguaje oral, e incentiva al niño a leer y escribir.
Una actividad fácil y rápida de preparar en la cocina es colocar un poco de sal en una bandeja o plato de color oscuro o que haga contraste y dejar que el niño dibuje con los dedos en la misma. Solo hay que sacudir el plato para borrar el último dibujo y volver a empezar.

INTERPRETACIÓN DE DIBUJOS
Da al niño una ilustración o fotografía sencilla de algún acontecimiento y pídele que te diga lo que ocurre o lo que va a suceder en la misma. Si el niño logra comprenderla demuestra que tiene la capacidad mental de la interpretar imágenes y que está preparado para apreciar y comprender cosas y relatos más abstractos.

COMPRENSIÓN
La forma más eficaz de ayudar a un niño a comprender lo que le dices es ponerle un ejemplo en vez darle un sermón. Los actos son más elocuentes que las palabras, aunque también hay que incluir estas últimas.
Hablar con un niño pequeño se asemeja mucho a tratar de comunicarse con alguien que habla otra lengua; hay que valerse de todas las formas posibles para hacerse entender. El que alguna vez haya tenido que echar mano de papel y lápiz y dibujar lo que quería expresar para que alguien lo comprendiera sabe a qué nos referimos. Eso es lo que hay que probar con los niños a veces. Cuando haya que explicarles algo, conviene tener a mano un bloc. Si se puede apelar a dos o más sentidos durante una explicación, mejor. Representar con mímica lo que se quiere decir es también muy eficaz.
Si el niño intenta algo pero le sale mal, tenemos que mostrarle nuevamente la manera de lograrlo. Si se trata de algo que se hace con las manos, da buen resultado sentárnoslo en la falda y rodearlo con nuestros brazos de modo que nuestras manos queden en la misma posición que las suyas para realizar la tarea (por ejemplo atarse los zapatos). Conviene mostrarle las cosas desde su perspectiva.

LENGUAJE
Demos a los niños buen ejemplo de hablar correctamente. Conviene, además, procurar que nos respondan con palabras y ayudarlos a construir bien las oraciones.
Es beneficioso jugar a hacer los sonidos con los que tienen mayor dificultad. Se les puede enseñar a taparse la boca con las manos para conseguir un efecto sonoro diferente, o dar un tubo para que emitan el sonido por él y así generar un efecto de eco. Hasta los niños mayores cantan en voz alta cuando se dan cuenta de que hay un eco.
Vale la pena grabar al niño hablando y luego hacerle escuchar su propia voz; se mostrará sorprendido y en muchos casos eso lo estimulará a emitir más sonidos.
A los niños de edad preescolar les encantan las rimas. Les parece divertido tratar de encontrar palabras que rimen.

MANUALIDADES
No es que queramos promover que los niños desperdicien alimentos, pero de vez en cuando resulta entretenido hacer otras cosas con los alimentos que no sea comerlos. El arroz, los macarrones, los espaguetis y las papas bien pueden contribuir a evitar que un niño pequeño se trepe por las paredes en un día lluvioso porque no puede salir. Con ellos se pueden realizar actividades tranquilas y muy entretenidas sin necesidad de encender la televisión.
Con papas: Se talla en la superficie de cada papa o trozo de papa una figura plana que se usará a modo de sello o tampón (pueden ser cuadrados, rombos, círculos, corazones, estrellas, signos de suma y resta, el signo igual, etc.) Hasta se puede hacer una almohadilla con una esponjita empapada de pintura lavable.
Con papas y palillos escarbadientes, trocitos de pajitas o ramitas: clavando los palitos en las papas a modo de piernas y brazos se pueden formar figuras muy graciosas.
Con fideos o macarrones huecos (crudos): Se pintan y se ensartan en un hilo para hacer un sencillo collar.
Con granos de arroz, lentejas, espaguetis, semillas de lino, etc.: Se sitúan los diversos materiales en un cartón o cartulina -en el que se puede haber trazado un dibujo de antemano- y se crea un collage en relieve. La superficie sobre la que se colocan las semillas se cubre primero con una mezcla de harina, sal y agua, para que se queden pegadas.
Para todo este tipo de actividades conviene usar delantales. Un beneficio de ellas es que favorecen el desarrollo de la motricidad fina, de la coordinación de los dedos, pues el niño tiene que tomar cada piececita y ponerla en su lugar.
El arte de corregir a los chiquitines - Reglas, razones y repercusiones
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Cuando se amonesta a un niño pequeño que se propone hacer algo que podría resultar peligroso, hay que procurar no asustarlo mucho, sino señalarle el peligro y explicarle lo que podría ocurrir; y de ser posible, mostrarle cómo abordar el asunto en forma correcta y segura.
Al corregir a un niño por romper algo, es importante no menoscabar su confianza en que, por muy valioso que fuera el objeto dañado, para sus padres él es mucho más valioso aún. Los niños necesitan esa seguridad; necesitan saber que -pase lo que pase- los queremos un montón y significan mucho para nosotros. Se les debe explicar lo más claramente posible por qué uno está dolido o disgustado. «Mi madre me regaló esto cuando yo tenía tu edad y por eso le tengo mucho cariño. Me pone muy triste que lo hayas roto».
Los niños necesitan pautas claras. Un ejemplo: solo deben gritar en caso de emergencia, cuando se encuentran en verdadero peligro o se hayan hecho mucho daño. Hay que corregirlos cuando chillan por pura frustración, disgusto o enfado.
No hay que pensar mucho para justificar la regla de que no se debe gritar: Cualquiera que escuche gritos tiene que saber que no son producto de una rabieta sino una señal de emergencia, y que ameritan dejar de inmediato todo lo que se esté haciendo para acudir en auxilio del niño. Además, conviene que desde chicos aprendan a controlarse para que puedan vivir en armonía con su familia y con sus compañeritos durante su infancia, y con el resto del mundo cuando crezcan.
Los adultos comprendemos enseguida los fundamentos de las reglas, pero es posible que los pequeñines no. ¿Qué han de hacer, pues, los padres cuando un niño no obedece reglas que se han establecido por un buen motivo? Aquí es donde entra a desempeñar un papel importante una disciplina constante, amorosa y conforme a los preceptos divinos.
Según la Biblia, Dios ha encomendado a todo el que tiene hijos el deber de ejercer una autoridad firme pero tranquila y amorosa sobre sus niños, de establecer límites y pautas de conducta y de administrarles el castigo o correctivo correspondiente cuando traspasen dichos límites.
Cuando no hay límites ni disciplina los problemas se multiplican y agravan rápidamente. De modo que los padres que no tienen claro qué les quieren exigir a sus niños se crean dificultades a ellos mismos y se las crean a sus hijos. El establecer pautas específicas le facilita la vida a todo el mundo.
Los niños tienden a oír sólo lo que les interesa; cuando lo que uno les dice no concuerda con lo que ellos preferirían hacer, no oyen. En casos así, da la impresión de que no escuchan o no entienden, ni responden cuando les hablamos. A veces sucede que están muy enfrascados en lo que están haciendo y de verdad parece que no oyen, o bien que no quieren que se les moleste en ese momento. Conviene manifestar respeto por ellos cuando se les interrumpe, pero si hay algo que deben hacer, no es bueno permitir que hagan oídos sordos.
A veces los padres se preguntan si el niño tiene algún defecto auditivo. Conviene verificarlo con el médico, pero otra forma de evaluar la capacidad auditiva del niño es observar su comportamiento a lo largo del día, cómo se conduce y reacciona en otras situaciones. Eso permite saber hasta qué punto emplea su conocida capacidad de responder si quiere hacerlo. ¡El paso siguiente es conseguir que quiera hacerlo!
Si a un pequeño se le permite no responder a lo que le decimos y nos habituamos a repetir las cosas una y otra vez en lugar de exigirle que nos responda a la primera, es fácil que desarrolle el mal hábito de oír sólo lo que le interesa. No siempre es fácil captar la atención de un niño y conseguir que nos responda, sobre todo cuando le pedimos que efectúe un cambio en su comportamiento. Tiene que aprender que lo que dices es en serio, que es importante para ti y para él, de otro modo no estarías diciéndoselo. Ayúdale a constatar que cuentas con que te va a responder y que, si después de advertirle y darle un tiempo razonable para obedecer continúa ignorándote, tomarás medidas.

Que le resulte fácil portarse bien
Es responsabilidad de los padres mantener al mínimo aquellas situaciones que ameriten una medida disciplinaria. Para ello hay propiciar que les resulte fácil a los niños cumplir las reglas. Por ejemplo, a los niños pequeños no deben jugar con fósforos, pero los mayores no deben dejar fósforos a su alcance.
Con un poco de sentido común y adaptando la casa a la edad de los niños se evita tener que aplicar muchas medidas disciplinarias, se alejan peligros y se promueve la calma, pues no hay que estar constantemente diciéndoles: «No toques esto, no toques aquello», y no hace falta imponer tantas reglas.
Alguien dijo una vez que la mejor forma de evitar accidentes es hacer imposible que ocurran. Naturalmente, en el caso de niños chicos que no paran de moverse es prácticamente imposible retirar todo con lo que pudieran hacerse daño, pero debemos hacer lo posible, como por ejemplo mantener fuera de su alcance los objetos frágiles o peligrosos, y no dejarlos solos en situaciones que pudieran entrañar algún peligro.
Como en cualquier otro aspecto de la educación, una vez que hemos hecho nuestra parte, podemos enseñarle al niño unas reglas básicas y hacerlas cumplir. Es muy importante hacer que las cumpla, por el propio bien del niño y para nuestra propia tranquilidad. Hay diversidad de opiniones -y en algunos países hasta leyes- sobre cuáles son los métodos beneficiosos y aceptables de corregir a un niño. La forma de hacer cumplir las reglas a los hijos depende de cada familia y de las convicciones de los padres.
Cuando los niños son chicos suele dar resultado hacerles quedarse sentados un ratito (entre 2 y 5 minutos) en un lugar tranquilo, teniendo que abandonar temporalmente la actividad en que estaban enfrascados. Otra alternativa es que se pierdan una merienda, juego o entretención. Una palmada correctiva o dos en la mano o el trasero también sirve para recalcar la importancia de cumplir las reglas, sobre todo en lo que atañe a su seguridad, como por ejemplo, en el caso de salir a la calle o tocar la cocina. Cuando los niños son pequeños, cualquiera que sea el método que se emplee, generalmente hay que aplicarlo enseguida para que entiendan claramente que la medida es consecuencia directa de su desobediencia. Una vez que el niño entienda las reglas y las consecuencias de desobedecerlas, tendrá menos ganas de violarlas.

Cómo corregir a un preescolar, paso a paso
A un niño pequeño le encanta hacer cosas con sus padres. Procura ayudarlo a resolver sus dificultades.

1. Detén su actividad y explícale el problema.
2. Propón una solución.
3. Procura obtener su colaboración.
4. Ayúdale a hacer lo que sea necesario para corregir el problema.
5. Elógialo y anímalo por desempeñarse bien. Resúmele en una frase lo que aprendió y señálale que a partir de ahora podrá evitar ese error, así como ayudar a otros que lo puedan cometer.

Situaciones más graves
Un niño pequeño no está en condiciones de determinar cuán grave o peligrosa puede ser para él cierta situación. No ve el peligro del auto que se acerca; solo ve la pelota que ha ido a parar al otro lado de la calle. No se da cuenta del peligro de correr con un objeto filoso en la mano o de jugar demasiado cerca del agua, de asomarse por la ventana a varios pisos de altura, de probar unas píldoras de un frasco o meter objetos en un tomacorriente. Habrá ocasiones en que obedecer al instante lo salvará de lesiones graves e incluso de la muerte.
A veces se le puede dar al niño bastante independencia, dejarlo conducirse a su propio ritmo y descubrir las cosas a su tiempo y manera, pero también hay que enseñarle que en otras situaciones tiene que cooperar con el adulto, quedarse pegado a él o ella y obedecerle.
Muchas veces hay que ayudar a los niños a darse cuenta de que en una situación determinada hay que dejarse de juegos y tomarse las cosas muy en serio, sobre todo si están habituados a que uno se ocupe de todos los detalles logísticos de la vida cotidiana. Cuando una familia se ve enfrentada a una situación muy grave, de ser posible conviene detenerse unos minutos para explicar a los niños lo que ocurre, orar con ellos y distribuirse entre todos las diversas tareas que haya que llevar a cabo. Conviene decirles claramente lo que se espera de ellos y, si es necesario, cuáles podrían ser las consecuencias de no seguir puntillosamente las instrucciones.
Si los niños ya son mayorcitos, se puede convenir en una palabra o frase para cuando suceda algo grave que les ataña. Si se presenta la ocasión, se les puede decir, por ejemplo: «Niños, ¡atención! Hagan silencio y escuchen atentamente. Esto es una emergencia. Ahora mismo tenemos que orar, obedecer y trabajar en equipo; no podemos jugar. Lo que ocurre es que…» La vida tiene sus momentos serios, y los niños tienen que aprender a prestar atención en tiempos de peligro y colaborar con los grandes para sacar adelante al equipo. Aunque parezca que los chicos no pueden hacer gran cosa por ayudar en el plano físico, siempre pueden colaborar orando juntos e intercediendo por sus padres o las personas que estén manejando la crisis.

Algunos aspectos requieren pautas muy claras
Los niños respetan a sus padres cuando éstos encaran con firmeza aquellas cosas que consideran importantes. Puestos en una situación en que deben evaluar si algo es bueno o malo, si está bien o mal, muchas veces los niños se guían por los padres. Desde chiquitos nos ponen a prueba constantemente por medio de sus palabras y acciones para ver qué hacemos nosotros al respecto. Quieren que les hagamos saber lo que nos parecen. Si no reaccionamos, dan por sentado que lo que hacen está bien. Cuando observan un cambio repentino, que de pronto nos ponemos serios -por nuestro espíritu, nuestro semblante, nuestra mirada o el tono de nuestra voz-, se dan cuenta enseguida de que algo no anda bien o entraña algún peligro y debe evitarse, siempre y cuando les hayamos enseñado a respetarnos y seguir nuestras indicaciones, a tener sensibilidad para captar nuestra actitud, y estén acostumbrados a acudir a nosotros en busca de orientación.
Cuando hagan algo que está mal o es peligroso, hay que tomarse el tiempo necesario para explicarles por qué está mal. Por ejemplo, nunca se deben permitir manifestaciones de crueldad; ni para con animales, con el bebé, ni con nadie. Simplemente, no se tolera.
Cuando queremos a nuestros hijos y nos tomamos la molestia de corregirlos, les enseñamos no solamente a ser más sensibles y compasivos, sino que los ayudamos a ser más estables emocionalmente y mejor adaptados socialmente. Se llevarán mejor con sus semejantes, porque se acostumbran a ser considerados, a tener en cuenta las necesidades y deseos de las personas con quienes conviven.

Trabajar codo a codo con el pequeño
A los chiquitines les ayuda mucho trabajar codo a codo con un adulto o un niño mayor. Les hace madurar más rápido, además de enseñarles a apreciar la capacidad y talentos de los demás y la contribución que ellos mismos pueden hacer. Ya sea que se trate de construir un castillo de arena o de bajar un gatito que se subió a un árbol, es muy beneficioso para ellos aprender a colaborar con otras personas. La madurez y la integridad moral se adquieren aprendiendo a compartir, a ser considerados, a dejar de lado los propios deseos y antojos en favor del bien ajeno.
El hecho de realizar diversos quehaceres junto a su papá o mamá incrementa su capacidad de observación y le transmite que el adulto lo quiere y confía en él. Desde que es bebito se le puede enseñar a trabajar en equipo, pidiéndole que:
* haga favores («Por favor, tenme esto mientras te cepillo el pelo»).
* tenga paciencia con los demás («Enseguida te traigo un vaso de jugo, pero primero tengo que apagar el fuego»).
* comparta sus juguetes («Tienes dos autitos, ¿por qué no le prestas uno a Pedrito para que juegue con él»).
* coopere («Pueden jugar a empujar la pelota para que vaya rodando del uno al otro»).
* tenga en cuenta cómo afecta a los demás lo que hace («La abuela está durmiendo, así que tenemos que estar callados para que pueda descansar bien. Hagamos algo que sea entretenido pero que no haga ruido»).
Los niños necesitan orientación, corrección, explicaciones y recordatorios constantes para saber cuándo y cómo manifestar consideración por los demás. A algunos chiquitines, por ejemplo, les cuesta mucho aprender a hablar bajito cuando hay alguien descansando, trabajando o conversando, pero lo pueden lograr. Para ayudarlos a cultivar mejores hábitos se puede confeccionar una tabla en la que se señalen sus progresos con estrellitas o con algún tipo de marca. Conviene concentrarse en un solo aspecto, como puede ser pedir las cosas por favor y luego dar las gracias.

Un poco de humor
Es fácil conseguir que un niño nos haga un mandado. Solo hay que pedírselo a la hora de acostarse.

Mi esposa tiene particular debilidad por la pintura. Es capaz de quedarse sin habla al ver un cuadro de gran belleza. Sin embargo, no había llegado a desmayarse ante ninguno ¡hasta que vio la obra de Juanito en las paredes de nuestra sala!
El Señor es tu ayudador

Si alguna vez te sientes incapaz de educar bien a tus hijos, recuerda que, si Dios te los dio, es porque te escogió para que les manifestaras Su amor. Es inevitable que metas la pata, que te quedes corto y que no les demuestres suficiente amor y paciencia en algún momento particularmente difícil; nos pasa a todos. Seguramente los malinterpretarás y los juzgarás mal en más de una ocasión. Pero Dios no te pide que seas perfecto ni tampoco espera que cargues por tu cuenta todo el peso de la labor de criarlos. En el amor de Su Hijo, Jesús, te ofrece una ayuda que compensa tus fallas y tus errores.
Si conoces a Jesús personalmente y le has abierto tu corazón y tu vida, tienes a tu disposición en todo momento un infalible ayudador. Puede que tú falles, ¡pero Jesús nunca falla! Si aprendes a trabajar codo a codo con Él en la formación de tus pequeños, siempre podrás contar con Él, con que compensará tus falencias. Juntos criarán niños felices con una personalidad equilibrada.
Eso no significa que jamás volverás a tener dificultades en la crianza de tus hijos, sino que siempre y cuando acudas a Dios en busca de fuerzas y las soluciones a los problemas que se te presenten, lo tendrás a tu lado; Él hará lo que esté fuera de tu alcance. Te ayudará a ser el mejor padre o la mejor madre posible, el padre o la madre que tus hijos necesitan.
Si aún no tienes a Jesús contigo, puedes invitarle ahora mismo rezando esta sencilla oración: «Jesús, creo en que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí. Necesito que Tu amor me purifique de mis errores y malas acciones. Te abro en este momento la puerta de mi corazón y te pido que entres en mi vida y me des el don de la vida eterna. Te ruego también que me llenes de Tu Espíritu Santo y me ayudes a amar a los demás como Tú me amas a mí. Amén».

Acercarlos a Jesús desde chiquitos
Hoy en día las librerías están repletas de libros para los padres de familia. Muchos contienen consejos muy sensatos e ideas interesantes. Ahora bien, si no incluyen a Dios y Sus enseñanzas y orientación, la ayuda que ofrecen es relativa. Dios, por medio de Su Hijo, Jesús, es la fuente de todas las cosas buenas que tus hijos necesitan: amor, seguridad, valores, propósito en la vida. Es además la fuente del amor, la sabiduría, las fuerzas y la paciencia que necesitamos para ser un buen padre o una buena madre. Él anhela ser el mejor amigo de tus pequeños y a la vez colaborar en su crianza.
Jesús es el cimiento sólido por excelencia sobre el cual edificar tu relación con tus hijos. Por mucho que queramos a nuestros pequeños y por mucho que ansiemos que sean felices y tengan todo lo que necesitan, por mucho que queramos brindarles todas las oportunidades posibles en la vida, nuestros recursos humanos no bastan. Los niños no solo necesitan todo el amor, el afecto, la seguridad y la orientación que nosotros podamos brindarles, sino también todo lo que les ofrece Jesús.
Dicen que Dios no tiene nietos. La fe no es hereditaria. Creer en Dios y amarlo no una decisión que nosotros podamos tomar por nuestros hijos. Tendrán que tomarla por sí solos. Pero sí podemos echar los cimientos mostrándoles el camino con nuestras palabras y ejemplo, y orando con ellos.
Es de suma importancia transmitir a los hijos que Dios los ama inmensamente. Conviene que aprendan que Él les tiene un cariño especial, que hagan lo que hagan, sea cual sea el giro que tome su vida, Él siempre estará a su lado, porque los ama. Dado que nuestros hijos ponen sus ojos en nosotros como nosotros los ponemos en Dios, para ayudarlos a comprender el amor de Dios es importante manifestarles de continuo nuestro amor incondicional. Nosotros somos para ellos la prueba más fehaciente de que Dios los ama. Con nuestro amor y nuestro ejemplo de amar a Jesús y hablar de Él, podemos acercar a nuestros hijos al Señor desde el momento de su nacimiento. Cuando una persona ni se acuerda de cuando no conocía al Señor, pues ha vivido con Él toda la vida, es una maravilla.
Desde chicos los niños pueden rezar para aceptar la salvación eterna que Dios les ofrece y abrirle a Jesús la puerta de su corazón. Es tan sencillo que hasta muchos pequeños de dos años pueden hacerlo. Difícilmente puede encontrarse a alguien más sincero y dispuesto a creer que un chiquitín. Por eso dijo Jesús que debemos hacernos como niños para ir al Cielo1. Si un niño es capaz de hacer una oración sencilla -incluso a los dos años- ya está en condiciones de recibir a Jesús.
Cuando le hayas enseñado quién es Jesús -para ello es ideal una biblia infantil ilustrada-, explícale: «Jesús quiere vivir en tu corazón. Él te quiere mucho. Quiere ser tu mejor amigo y estar siempre contigo. Si le pides que entre en tu corazón, entrará. ¡Y ya nunca te dejará! ¿Quieres que entre en tu corazón?»
Luego haz una pequeña oración para que el niño la repita como buenamente pueda. Aunque no consiga decir más que la última palabra de cada frase, es suficiente, porque para Jesús lo que cuenta es la intención. La oración puede ser algo así como: «Jesús, entra en mi corazón. Creo en Ti y quiero amarte como Tú me amas. Perdona mis faltas y dame vida eterna. Amén». Con eso, Jesús entrará en el corazón de tu hijo, y será salvo para siempre. Dios lo promete2. ¡Es así de sencillo!
Oración de un padre
¿Cómo indicaré yo el camino
día tras día a mis hijitos
si a menudo me descarrío?

Les transmito conocimientos,
mas sé bien que el proceso es lento
y muy parco mi entendimiento.

Quiero que sean decididos;
pero ¿cómo?, porque yo mismo
peco bastante de indeciso.

Les enseño a tener ternura,
a amar a toda criatura,
mas no tengo mucha dulzura.

Esta será, pues, mi oración:
Que vean a su instructor
sacando fuerzas del Señor.
Leslie Pinckney Hill

El mejor amigo de los niños
«Dejad que los niños vengan a Mí, y no se lo impidáis -dijo Jesús-; porque de los tales es el Reino de Dios»1. Una forma de ayudar a los niños a ver la vida con un enfoque positivo es inculcarles el buen hábito de alabar a Dios y darle gracias desde temprana edad. Hacer eso (entre otras cosas) es echar los cimientos de la fe y el amor al Señor, que son dos de los principios más valiosos que hay en la vida. Manifiesta abiertamente tu gratitud y cariño por Él diciendo sin tapujos: «Gracias, Jesús», «Te alabo», o: «Te amo, Jesús», cuando veas a tus niños contentos, cuando hayan aprendido algo nuevo o alguna de sus oraciones haya sido respondida. La alabanza entusiasta es contagiosa. Pronto estarán haciendo lo mismo por su cuenta.
Las canciones acerca de cuánto los ama Jesús también refuerzan una actitud positiva de alabanza y gratitud y edifican la fe de los niños, pues les recuerdan el amor incondicional que les tiene el Señor.
Busca constantemente formas de asegurarles que Jesús los ama. Cuanto más ores, alabes y hables de Jesús con tus hijos, más se volverá Él parte integral de sus vidas.
Las imágenes de Jesús ayudan a los niños a visualizarlo y les recuerdan Su presencia. Se puede colgar un cuadro de Jesús junto a la cama del niño, o bien darle uno pequeño que pueda tener en las manos. A algunos chiquillos les encanta incluso besar una estampa o cuadro de Jesús cuando rezan o le dan las gracias por algo. Otra idea consiste en colocar un cuadro o póster de Jesús en una silla cuando nos sentamos a leerles o contarles relatos de la historia sagrada. De esa forma se les ilustra que Él está ahí mismo con nosotros en espíritu.
A los niños pequeñitos conviene recordarles que Jesús se pone muy contento cuando actúan amorosamente y se portan bien. También es bueno que entiendan que cuando son desconsiderados o egoístas o hacen daño, Él se pone triste. De todos modos, hay que recalcarles sin falta que, aun cuando se portan mal, Jesús los ama y está presto a perdonarlos.
Aunque a Jesús le disguste y desagrade el mal comportamiento, la Biblia nos dice que es «lento para la ira, y grande en misericordia»1. Si recordamos lo paciente que es con nosotros, es mucho menos probable que nos enojemos más de la cuenta con nuestros hijos por sus fallos y defectos. Dado que los niños pequeños se forman su idea de cómo es Dios a partir de cómo somos nosotros, es preciso que les demos buen ejemplo de Su amor y no los llevemos a pensar que Dios los ha dejado por imposibles o les echa en cara continuamente sus errores.
Una vez que les has ayudado a ver el error de su proceder, ora con ellos y dales una dosis adicional de amor y comprensión. Tienen que sentirse seguros del amor del Señor. Tenemos que transmitirles que Él los ama siempre.
Niños pequeños que aman a su Redentor,
Sus hijitos amados, puros y radiantes,
bellas gemas en la corona del Señor
que deslumbran con su belleza rutilante.
Anónimo
El mejor amigo de los padres
Jesús quiere ser tu mejor amigo también, aparte de tu mentor, tu entrenador y tu colaborador en la crianza de los hijos. De la misma forma que conviene transmitir a los niños la seguridad de que pueden contar con el amor infalible y la presencia del Señor, tú también puedes establecer una relación estrecha y tierna con Jesús. No solo puedes hablarle tú a Él, sino que Él también quiere hablarte a ti directamente. ¡Desea comunicarte incluso instrucciones detalladas, específicas y actualizadas para ayudarte a educar a tus hijos! La Biblia dice: «Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas»1. Cada vez son más los padres que han descubierto que pueden acudir a Dios en oración para plantearle sus interrogantes y problemas y recibir respuestas ellos mismos, pues aprenden a reconocer la voz del Señor cuando les habla al espíritu o les trae a la mente ciertos pensamientos.
Obtener respuestas de Dios no es tan difícil como pudiera parecer. Y, no te preocupes, que no hay que ser un santo inmaculado ni una persona superespiritual. Es sólo cuestión de preguntarle, escucharle y tener fe. Puede hacerlo todo el que haya aceptado a Jesús en su vida, haga un esfuerzo por escuchar y esté sinceramente dispuesto a aceptar lo que Él tenga que decirle. Tenemos la siguiente promesa: «Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces»2. «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá»3. ¡Basta con pedirlo!
El Señor nos habla de formas diversas. Algunos ven visiones, otros tienen sueños reveladores y unos pocos hasta llegan a escuchar una voz audible. Pero en la mayoría de los casos el Señor se comunica con nosotros por medio de susurros que oímos sólo espiritualmente, o en forma de pensamientos. A veces es tan claro como un mensaje hablado que uno escucha palabra por palabra. En otras ocasiones es apenas una impresión de que tal o cual cosa es la solución a determinado problema o el curso de acción apropiado que uno debe tomar.
Lo único que hace falta es desear Su orientación y pedírsela, despejar la mente de los propios pensamientos y deseos, y luego creer que las palabras o ideas que a uno le vengan provienen del Señor. Requiere fe y un poco de práctica, pero cuando anhelamos que el Señor nos guíe y nos dé soluciones, Él lo hace. Todas las respuestas son sencillas para el Señor y todas las soluciones son fáciles para Él. Así pues, aprovechemos esa fuente inagotable de sabiduría. Él está deseoso de darnos acceso a ella, tal como expresa la Biblia: «Si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente […], y le será dada»1. Mejorará ciento por ciento la forma en que te relacionas con tus hijos, en que interactúas con ellos y los educas. (El librito Escucha palabras del Cielo, de la colección Actívate, también de Aurora Production, da una explicación más detallada de cómo se puede escuchar la voz de Dios.)
La Biblia
La primera vez que a un niño
le regalan una biblia
se le iluminan los ojos
y se llena de alegría.

Mas observando a mi hijito
me asalta el pensamiento:
«Su devoción a la Biblia,
¿dependerá de mi ejemplo?»

Veo cómo le gusta
y hago una oración:
«Que la siga disfrutando
siempre tanto como hoy».

Oigo luego en mi interior
estas palabras solemnes:
«El que la valore o no
sin duda de ti depende».

Ahora aprecio más la Biblia
tras haber sido testigo
de la tremenda alegría
que le ha aportado a mi hijo.

Me esforzaré por leerla
con fruición todos los días,
pues la afición que él le tome
será un reflejo de la mía.
- Anónimo

Enseñanza de la Palabra de Dios a niños pequeños
La Palabra de Dios fascina a los niños chicos cuando se les enseña de un modo entretenido. La clave está en amar la Palabra uno mismo. Si a ti te encanta, a ellos les encantará. Si tú la abordas con entusiasmo, ellos también lo harán.
A veces viene bien establecer una hora fija para leerles o contarles relatos de la Biblia a los niños. Así no se pasa por alto esta actividad en medio del ajetreo cotidiano. Pero, que no se vaya a convertir en una rutina árida y tediosa. Haz que sea algo animado, emocionante y variado.
Una forma divertida de impartir la Palabra a un niño pequeñito es ayudarlo a visualizar lo que dices. Representa el relato -o haz que lo represente él, o háganlo entre los dos-, o bien ilústralo mientras se lo vas contando, dibujando figuras sencillas de palitos. Prácticamente todo sirve para ayudar a un niño a visualizar un relato: juguetes, piedras, palos, hojas, muñequitos de legos o figuras hechas con los bloques, monigotes de papel, utensilios de la casa… cualquier cosa que se tenga a mano. Los niños tienen una imaginación prodigiosa. Una vez que les ayudas a ver lo que les estás contando, asimilan mejor la enseñanza. Hay muchos libros de relatos bíblicos ilustrados de muy buena factura. La mayoría tienen dibujos coloridos que captan y retienen la atención de los pequeños. Otro medio excelente de enseñar son los franelógrafos.
Los cuatros evangelios contienen relatos estupendos para los niños: el nacimiento de Jesús, Su niñez, los milagros que hizo, las parábolas que enseñó y las aventuras que vivió con Sus discípulos. (En la página 61 hay una lista de relatos de la Biblia para niños pequeños.)
Otra forma de recalcar las enseñanzas extraídas de relatos de la Biblia es con canciones animadas basadas en las Escrituras. (Por ejemplo, las de los dos discos compactos de Grandes aventuras, que hacen un repaso de toda la historia sagrada para niños; y las de la colección Canciones de vida, que consisten en musicalizaciones de algunos de los versículos más básicos e importantes, con pegadizas melodías, a fin de que tanto a chicos como a grandes les resulte fácil aprendérselos de memoria.)
Naturalmente, es importante enseñar al niño la diferencia entre la realidad -los relatos de la Biblia y otros hechos verídicos que les leas- y lo imaginario. Tienen que aprender que, aunque gran parte de lo que ven en las películas y la TV o leen en otros libros de cuentos es ficción, lo que dice la Biblia es verdad.

Memorización de las Escrituras
Para un niño pequeñito es muy fácil memorizar versículos de las Escrituras si se le enseñan de forma entretenida. Si has leído Disfruta de tu bebé (otro librito de la colección Soluciones para padres), es posible que ya hayas empezado con los Versículos y lemas para chiquitines. En la página 63 de este libro encontrarás una lista de versículos que puede memorizar un preescolar, tomada de Apacienta Mis corderos.
Puede que te sorprendan los cambios conductuales que observarás en tus hijos cuando se aprendan aunque sólo sean unos cuantos versículos de la Biblia. Conviene que los ayudes a tomar conciencia de que están estudiando la Palabra de Dios, que es verdad, y de que cada vez que la aprendemos y la ponemos en práctica, hacemos feliz a Jesús. Cuando uno de ellos no obre con amor, recuérdale: «Eso no fue muy amoroso de tu parte. ¿Te acuerdas de lo que dijo Jesús?» Entonces te pueden ayudar a citar el versículo: «Amémonos unos a otros». Y cuando uno parezca preocupado o asustado, tranquilízalo diciéndole: «No tengas miedo. Jesús cuida de ti. Eres Su corderito. ¿Recuerdas? “El Señor es mi pastor”». Sin duda no te faltarán oportunidades de emplear los versículos que hayan memorizado.
Para los que no estén muy seguros de poder enseñar versículos de la Biblia a sus pequeños, reproducimos a continuación algunos consejos aportados por una joven que cuidaba de una niña de dos años:

Cuando Techi tenía apenas dos años, aprendió los primeros versículos del Salmo 23. Más tarde nos regalaron un librito ilustrado de ese salmo. Fotocopié las páginas y las pegué en tarjetas. Eso la ayudó a entender mejor cada versículo. Le hacía mucha ilusión que le diera una nueva tarjeta cada vez que se iba a aprender un versículo nuevo. A los niños mayores les gustó colorearle las tarjetas.
A mí me ha servido mucho establecer una hora fija para la memorización (generalmente por la mañana).
Como ahora mismo no tiene más que dos años y medio, nuestras sesiones de memorización no son nada largas. Conviene no estirarlas mucho. Cuando me dispongo a enseñarle un versículo nuevo, procuro que me preste toda su atención. Normalmente me la siento en la falda, de cara a mí, para evitar distracciones. Dejamos los juguetes y apagamos la casetera. Luego le digo el versículo, que por lo general requiere alguna explicación. Algo que me parece vital es presentar la Palabra de Dios con alegría. Suelo decirle el versículo dos veces. Si es largo, lo estudiamos por partes, y la animo a repetir cada una. Me gusta que escuche bien una parte y luego la repita, en lugar de que trate de decir el versículo conmigo enseguida, con lo que a menudo no se lo aprende bien. Como es muy inquieta, le suelo tomar las manos mientras se lo digo y le pido que me mire. Así la ayudo a concentrarse. Terminamos con un beso y un abrazo, y se queda con un versículo más en el corazón y en la cabeza.
Como con cualquier relato o poesía, viene bien enfatizar algunas palabras empleando un tono agudo o grave, o diciéndolas con voz más fuerte o más suave. De esa manera se subraya el sentido y se facilita la comprensión. Otra técnica de memorización consiste en recitarlo con una cadencia determinada, siempre igual, y a veces incluso dar palmas a ese ritmo. A veces marchamos en círculo diciendo el versículo. Si éste habla de algo loable, movemos la cabeza de arriba abajo; si se trata de algo censurable, la meneamos de lado a lado, o hacemos un gesto de reprensión con el índice. Cuando se menciona a Jesús, a Dios o el Cielo, señalamos arriba, o a nuestro corazón. Todos esos gestos contribuyen a que entienda el versículo y se le quede bien grabado.
Una de las formas más divertidas y fáciles de aprenderse versículos es musicalizarlos. Lo más sencillo es aprovechar melodías que los niños ya conozcan. Se puede, por ejemplo, cantar Hebreos 13:5 al son de En la granja de Pepito:

No te desampararé, ni te dejaré.

Versículos sobre enseñar a los niños la Biblia
Deuteronomio 6:6,7 (DHH) Grábate en la mente todas las cosas [las palabras de Dios] que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes.
Deuteronomio 11:18,19 Pondréis estas Mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma […]. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes.
Isaías 38:19 (NVI) Todo padre hablará a sus hijos acerca de Tu fidelidad.
Joel 1:3 De esto contaréis a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación.
Juan 21:15b «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?» Le respondió: «Sí, Señor; Tú sabes que te amo». Él le dijo: «Apacienta Mis corderos».
2 Timoteo 3:15 Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.

Enseñarles a orar y alabar
A los niños pequeñitos les encanta rezar. Les encanta explicar todas sus vicisitudes y saber que Jesús los escucha. Puede que otras personas a veces estén muy ocupadas para prestarles atención, pero a Jesús nunca le pasa eso. Siempre los comprende y es capaz de ver el mundo a través de sus ojos.
Vale la pena inculcar a los hijos la costumbre de orar, ayudarles a empezar y guiarlos de a poco, pero evitando imponerles una formalidad o solemnidad propia de la adultez. Los niños se sienten muy a gusto haciendo algo que les parece de lo más natural: actuar espontáneamente con un Amigo con quien lo pasan muy bien y que es en cualquier momento precisamente lo que ellos necesitan que sea.
Es posible enseñar a un niño a rezar aun antes de que haya aprendido a hablar. Basta con mantener las oraciones muy simples, a su nivel. Se le puede tomar de las manos, o hacer que junte sus dos manitas. Si se le enseña a cerrar los ojos mientras reza, se distraerá menos; pero no se puede esperar que los mantenga cerrados por mucho tiempo. Las oraciones deben ser muy breves y animadas: «Jesús, bendice la comida. Gracias por dárnosla». «Jesús, bendice a papi, que va a trabajar». «Gracias, Jesús, por este buen día. Acompáñanos mientras jugamos». Reza con tu pequeño cuando se raspe una rodilla, cuando pierda su juguete predilecto, y sentirá el consuelo y el amor del Señor junto con los tuyos.
Evita orar con él si eso implica postergar algo que quiere hacer enseguida. No lo fuerces a hacer una oración antes de tomarse una merienda que ya ha visto y prácticamente está degustando. Hay que enseñarle a tener paciencia y a rezar, pero no combines ambas cosas, porque solo conseguirás que se le quite el gusto por la oración. Debe ser algo entretenido para él. Denle gracias a Dios juntos mientras disfruta de su merienda: «¡Gracias, Jesús, por esta comida tan rica!»
Los niños pequeños tienen mucha fe. No necesitan conocer todas las razones y principios por los cuales debemos orar, dar gracias a Dios y alabarlo, o por qué es tan importante Su Palabra. Les basta con saber que necesitan la ayuda de Jesús, que Él los ama y que Su Palabra es verdad. Lo único que tienen que aprender es que la fe en Jesús da resultado. Nada más. ¡Y al Señor le encanta responder sus oraciones! Es perfectamente capaz de hacer cualquier cosa que le pidan, pero no siempre responde enseguida ni exactamente de la forma en que ellos quieren.
Ese es precisamente el motivo de que algunos padres de familia se resistan a enseñar a sus hijos a orar. No quieren que se decepcionen o pierdan la fe cuando llegue el caso de que pareciera que Dios no respondió, ni quieren verse en una situación comprometida si los niños les plantean preguntas que no saben si podrán responder. La solución no es dejar de orar en tales situaciones, sino prepararse con algunas explicaciones. A continuación damos algunas:
* Normalmente Dios espera a que cumplamos nuestra parte del trato antes de cumplir Él la Suya. Por ejemplo, si al niño se le ha perdido un juguete, hay que orar con él y luego ayudarlo a buscarlo.
* Algunas respuestas toman tiempo. Por ejemplo, llevará algún tiempo para que un raspón en la rodilla sane del todo, aunque el niño le pida a Dios que se lo cure.
* Otros de los motivos por los que da la impresión de que Dios no responde a nuestras oraciones son más difíciles de explicar: Tal vez no sea el momento propicio; puede que Dios esté tratando de enseñar al niño a tener paciencia o alguna otra cualidad; quizás lo que el niño pida no sea bueno para él; es posible que el Señor se haya autolimitado en Su accionar a causa de las decisiones que hayan tomado otras personas… Puede que haya incluso otros factores que desconocemos.
* A veces Jesús responde que sí, otras que no, y otras más dice: «Espera». Pero de uno u otro modo, siempre responde cada oración. Si enseñas al niño a confiar en el Señor a pesar de las aparentes decepciones o demoras, le habrás comunicado una de las cosas más importantes en su preparación para afrontar la vida.
Una de las mejores formas de infundir fe a los niños es hablarles de ocasiones en que Dios respondió inequívocamente una oración, ya sea mediante ejemplos tomados de las Escrituras, de su vida personal o de la vida de otras personas a quienes conocen bien. ¿Pidieron por un hermano o hermana mayor que estaba enfermo y ahora está sano? ¿El Señor hizo que el bebito parara de llorar después que oraron por él? ¿Pudieron ir al circo o hacer otra cosa por la que habían rezado? Una idea para que la oración resulte amena y para que los niños vean que el Señor responde consiste en ir anotando las cosas por las que rezan y la fecha en que lo hacen, y luego ir marcando la fecha en que el Señor contesta cada petición. (En la lista de relatos de la Biblia que figura al final del libro se enumeran algunas oraciones respondidas que están registradas en las Escrituras para nuestra edificación.)

Ratos para escuchar a Jesús
Además de dar a los niños el fundamento sólido de la Palabra escrita -la Biblia-, es importante enseñarles que es muy importante recibir la Palabra viva directamente de Dios (v. El mejor amigo de los padres, página 48).
Se puede empezar a enseñarle este principio a un niño desde muy pequeño. Siéntate con él y pídanle juntos al Señor que responda a algún interrogante que tenga uno de los dos. Oren juntos y rueguen que les despeje el corazón y la mente de toda idea propia que puedan tener, a fin de poder captar Sus consejos. Luego no queda más que confiar en la promesa divina de que si pedimos, recibiremos1. Seguramente Sus respuestas no serán largas ni complicadas. Cuando de niños se trata, el Señor se ciñe a lo sencillo.
Una joven que cuidaba de dos niños de familias misioneras -ambos de dos años y medio de edad- les enseñó a pedir ayuda al Señor para resolver los problemas de orden práctico que se les presentaban. Aquí nos cuenta su experiencia:

Un día Trévor y Olivia empezaron a pelearse por un almohadón que ambos querían tener, así que hicimos un alto para orar. Les dije que íbamos a preguntarle a Jesús qué debían hacer. Tenía lápiz y papel en la mano y le pedí en voz alta al Señor que les dijera a cada uno lo que tenía que hacer. Enseguida, al sentir la voz del Señor en mi corazón, anoté lo que me dijo y les leí a los niños las instrucciones que me había dado para ellos.
El versículo que Jesús me recordó para Trévor fue: «Aguarda al Señor». Conversamos brevemente sobre eso y lo que significaba en aquella situación. Luego, cuando le pregunté qué debía hacer Olivia, Jesús me dijo: «Sé amable, y no te quedes con él todo el tiempo». Entonces hablamos de eso. Olivia estaba dispuesta a darle el almohadón a Trévor enseguida, pero se puso muy contenta al oír que Jesús había dicho que lo podía tener un rato más. Trévor esperó pacientemente, y al cabo de un rato le tocó a él.
Podría parecer que esa sencilla solución se me ocurrió a mí. Sin embargo, tengo que reconocer con toda franqueza que no se me había pasado por la cabeza esa idea. ¡Yo no sabía qué hacer! Ambos niños lo entendieron con toda claridad, y me resultó mucho más fácil convencerlos que cuando he tratado de resolver situaciones similares por mi cuenta. ¡Jesús nos lo hizo fácil a todos!
Otro día, mientras los niños tomaban la merienda, se me ocurrió preguntarle al Señor si había algo que quería decirles, así que les expliqué que iba a hacer precisamente eso. Se quedaron sentados quietitos mientras yo anotaba lo que el Señor me decía, y luego se lo leí. Jesús les dirigió unas palabras de lo más tiernas, que les hicieron sonreír.
A Trévor le dijo: «Deja que alumbre tu luz. Deja que en ti brille Jesús. En todo lo que hagas, que brille Jesús». Le gustó mucho porque rimaba.
A Olivia le dijo: «Alégrate porque te quiero. No te preocupes ni llores, porque eres Mi cariñito». Le gustó que Jesús la llamara «Mi cariñito».
Díganles a los niños y niñas que las verdades que sienten en lo profundo de su corazón son las auténticas verdades. El amor de Dios nos habla al corazón y procura obrar por medio de nosotros en el mundo. Debemos prestar oído a esa voz. Debemos escucharla cual una melodía pura y distante que distinguimos a pesar de la bulla del mundo. Algunos dicen: «Cuando crezcamos, escucharemos. Ahora, mientras somos jóvenes, preferimos pensar en otras cosas». Sin embargo, con la voz del amor -que es la que Él emplea para dirigirse a nosotros en lo secreto de nuestro corazón-, Dios nos habla cuando somos jóvenes, para que nuestra juventud sea auténtica juventud, y para que nos convirtamos en hijos de Dios. Dichosos quienes le prestan atención.
Dr. Albert Schweitzer (1875-1965), filósofo y médico alemán que realizó una gran obra misionera en el África ecuatorial y ganó el Premio Nobel de la Paz en 1952.
Lista de relatos de la Biblia

Vida de Jesús
* Nacimiento: Mateo 1:18 - 2:23; Lucas 1:5 - 2:52.
* Muerte: Mateo 26:17 - 27:66; Marcos 15; Lucas 23; Juan 18,19.
* Resurrección: Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 20.

Milagros de Jesús
Milagros de resurrección:
* El hijo de una viuda: Lucas 7:11-16.
* La hija de Jairo: Mateo 9:18-26; Marcos 5:22-43; Lucas 8:41-56.
* Lázaro: Juan 11:32-44.

Milagros de curación:
* El hijo de un oficial del rey, de una fiebre: Juan 4:46-54.
* Los dos ciegos: Mateo 9:27-31.
* Un hombre sordo y tartamudo: Marcos 7:32-37.
* Un ciego: Marcos 8:22-26.
* Un ciego de nacimiento: Juan 9:1-11.
* Un mendigo ciego: Mateo 20:30-34; Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43.

Otros milagros que obró Jesús:
* Agua convertida en vino: Juan 2:1-11.
* La red de Pedro se llena de peces: Lucas 5:1-11.
* Alimentación de más de 5.000 personas: Mateo 14:15-21; Marcos 6:35-44; Lucas 9:12-17; Juan 6:5-14.
* Alimentación de más de 4.000 personas: Mateo 15:32-39; Marcos 8:1-10.
* La gran pesca: Juan 21:6-14.
* El viento y el mar le obedecen: Mateo 8:23-27; Marcos 4:37-41; Lucas 8:22-25.
* Jesús camina sobre el agua: Mateo 14:22-33; Marcos 6:45-51; Juan 6:19.

Milagros relacionados con la vida de Jesús:
* Los sabios de Oriente son guiados por una estrella: Mateo 2:1-9.

Parábolas de Jesús
* La casa edificada sobre la roca y la construida sobre la arena: Mateo 7:24-27; Lucas 6:48,49.
* El buen samaritano: Lucas 10:25-37.
* La oveja perdida: Mateo 18:12,13; Lucas 15:4-7.
* El hijo pródigo: Lucas 15:11-32.
* El buen pastor: Juan 10:1-29.

Ejemplos de la Biblia de oraciones respondidas
* Abraham pidió un hijo: Génesis 15:2-4.
* Moisés pidió agua: Éxodo 15:23-25.
* Ana pidió un hijo: 1 Samuel 1:11,17,20.
* Elías rogó por el hijo de la viuda: 1 Reyes 17:20-22.
* Jonás pidió ser liberado: Jonás 2:2-10.
Versículos para que memoricen a los niños pequeñitos
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A medida que el niño se los vaya aprendiendo se pueden ir marcando las casillas.
Todos estos versículos aparecen en Apacienta Mis corderos, una colección de versículos simplificados para niños.

Amor
* 1 Corintios 13:8 El amor nunca se apaga.
* 1 Juan 4:7 Amémonos unos a otros.

Salvación
* Hechos 16:31 Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo.
* Efesios 2:8 Por gracia somos salvados mediante la fe.
* Apocalipsis 3:20 Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él.

Fe
* Romanos 10:17 La fe viene de oír la Palabra de Dios.
* Marcos 9:23 Para el que cree, todo es posible.

Promesas de Dios
* Filipenses 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
* Filipenses 4:19 Dios suplirá todo lo que te falta.
* Hebreos 13:5 No te desampararé, ni te dejaré.

Oración
* Mateo 7:7 Pide, y se te dará; busca, y encontrarás.
* Juan 14:14 Lo que pidas en Mi nombre, Yo lo haré.
* 1 Tesalonicenses 5:17 Ora sin cesar.
* 1 Tesalonicenses 5:18 Da gracias a Dios en toda situación.

La Palabra de Dios
* Juan 17:17 La Palabra de Dios es verdad.

Vida cristiana
* Lucas 6:38 Da, y se te dará.
* Filipenses 4:4 Alégrate siempre en el Señor.
* Hechos 20:35 Más bienaventurado es dar que recibir.

Dios/Jesús
* 1 Juan 4:8 Dios es amor.
* Juan 8:12 Yo soy la luz del mundo.
* Juan 10:14 Yo soy el buen pastor; conozco a Mis ovejas, y ellas me conocen.
* Juan 14:6 Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí.
* Juan 15:5 Sin Mí no puedes hacer nada.
* Juan 4:24 Dios es Espíritu.
* Génesis 1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

Obediencia
* Juan 13:17 Si sabes lo que debes hacer, serás feliz si lo haces.
* Efesios 6:1 Hijo, obedece a tus padres por amor al Señor, porque eso es justo.
* Juan 14:15 Si me amas, obedecerás Mis mandamientos.

Espíritu Santo
* Hechos 1:8 Cuando venga el Espíritu Santo sobre ti, recibirás poder y serás Mi testigo.

Dar testimonio
* Proverbios 11:30 El que gana almas es sabio.
* Marcos 16:15 Ve por todo el mundo y anuncia el Evangelio a toda criatura.

Curación
* Santiago 5:15 La oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará.
* Hechos 9:34 Jesucristo te sana.